La Iglesia anglicana, al borde del cisma por el obispado femenino
El sector más conservador exige relegar a la mujer en la jerarquía religiosa
La Iglesia anglicana vive momentos de extraordinaria tensión interna que algunos identifican con las vísperas de un cisma. El papel de la mujer en la Iglesia, y en concreto su acceso a la categoría de obispo, y la aceptación de la homosexualidad dentro de la Iglesia son los catalizadores de esa división.
Los más liberales rechazan la amenaza de cisma con el argumento de que quienes se oponen a sus ideas son una minoría -que estiman en el 10%- y un cisma sólo se da cuando una Iglesia se rompe en dos partes de parecido potencial, o incluso alientan a los conservadores a marcharse. Éstos parecen haber dado el primer paso con la creación de Gafcon, siglas de Conferencia del Futuro Anglicano Global. Gafcon fue lanzada la semana pasada en Jerusalén por los arzobispos de Nigeria, Kenia, Tanzania y Australia y 300 obispos decididos a ignorar a partir de ahora la autoridad del arzobispo de Canterbury, formando de hecho una Iglesia dentro de la Iglesia para evitar formalmente la existencia de un cisma.
"Quienes creen que Dios es de sexo varón cometen una herejía"
La cuestión de las mujeres obispos afecta fundamentalmente a la Iglesia de Inglaterra propiamente dicha, la corriente mayoritaria de los anglicanos en el Reino Unido. Y centra los debates del Sínodo General, reunido desde el viernes y hasta el martes. La cuestión de los homosexuales es motivo de fricción en el conjunto de la Comunión Anglicana en todo el mundo y amenaza con ensombrecer la Conferencia de Lambeth, el encuentro que cada 10 años reúne en Londres al conjunto de los anglicanos del globo. La Iglesia de Inglaterra ya se comprometió hace años a ordenar mujeres obispos, pero en el Sínodo General ha de decidir el camino a seguir y cómo este afecta a los conservadores que se niegan a aceptar la autoridad de una mujer.
Los conservadores exigen que se les garantice por ley el derecho a no reconocer a las mujeres obispos. Los liberales creen que eso es imposible, pero aceptarían un Código de Conducta que permita, en la práctica, que las parroquias más conservadoras puedan evitar el contacto con las mujeres obispo. "No puede haber un reparto geográfico en el que para unos el obispo de Londres sea una mujer y para otros una no-mujer", explica Christina Rees, miembro del Sínodo General y presidente de Watch (siglas inglesas de Mujeres en la Iglesia). El código de conducta permitirá que quienes rechazan a las mujeres y están en una diócesis en la que una mujer es el obispo, puedan solicitar a la obispo que no vaya a determinado acto y que envíe a un hombre en su lugar.
Rees opina que quienes se oponen a la ordenación de mujeres no creen que Dios sea una representación del hombre y de la mujer, sino que piensan que Dios es un hombre y que sólo se relaciona verdaderamente con el hombre. Y eso es una herejía porque están haciendo idolatría al convertir a Dios en un hombre. La otra batalla que está dividiendo a los anglicanos es la homosexualidad. En la Iglesia católica, las cosas están claras: los sacerdotes han de ser castos, por tanto se rechaza cualquier relación sexual. Pero los sacerdotes anglicanos pueden casarse y tener hijos. Y la homosexualidad ha estado ampliamente admitida. El problema se ha dado con el avance de los derechos de los gays y su derecho a formar parejas reconocidas por el Estado. El nombramiento como obispo de un sacerdote abiertamente homosexual en Estados Unidos en 2003 provocó una hostil reacción de los sectores más conservadores del anglicanismo. Y esa guerra continúa.
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