Un segundo, un mundo
Un segundo, un mundo, la distancia que separa a día de hoy a Alejandro Valverde de los demás. Porque no es que Valverde haya empezado a lo campeón, que también, sino que ha apabullado a todos sus rivales, les ha toreado y le ha puesto la tarjeta de presentación en los morros: tomad, por si pensábais que lo de la Dauphiné y lo del campeonato estatal era un espejismo.
Como si todo hubiese sido un juego bien planeado, Valverde ya comenzó a jugar ayer con sus declaraciones: que no estoy aquí para las etapas, que lo mío es la general y no quiero tomar riesgos. Vendiendo un espíritu austero, que estoy aquí para ganar en París y que hay que ahorrar lo máximo posible para todo lo que está por venir. Ya, ya, si al final va a tener hasta razón y les ha dejado a todos atrás para no correr esos riesgos, sí. Y yo creyéndole, iluso de mí.
Estaba claro que todos le daban por favorito para la etapa, sobre todo teniendo tan cercano el recuerdo del primer sprint de esta Dauphiné Liberé, en un final similar al de ayer, una subida corta pero lo suficientemente exigente como para reventar a los sprinters. Pero si el mismo favorito se descartaba, entonces ya se podía pensar en Freire o en Husvovd, o en gente con capacidad para arrancar en esas circunstancias, como Cancellara, Gilbert o Kirchen. Pero no, Valverde quería el amarillo y la oportunidad era inmejorable, así que en su deseo quedaron las ilusiones de todos los demás. Como en su época de juvenil, cuando los demás corrían para ser segundos. Así que todas las palabras previas no eran más que una táctica, mentiras fabricadas para despistar al personal.
Pero Valverde ha comenzado impresionando no por ganar, sino por la facilidad con la que lo ha hecho y por el hecho de haber picado tiempo a todo un pelotón. Si lo hace, no ganará el Tour por un segundo, eso está claro, pero ese segundo simboliza mucho e impone mucho respeto a sus rivales. A día de hoy, nadie está tan fuerte como él, y eso es ya una certeza.
Pero como para todo hay consuelo y esperanza, ahora todos se agarran al mismo soniquete: esto es muy largo, son tres semanas, y prácticamente ni siquiera hemos comenzado. Y Valverde ya estaba así hace tres semanas. Así que como la matemática, ciencia exacta, dice que tres más tres son seis, muchos dudan de que el murciano pueda mantener este estado de gloria durante tanto tiempo. Yo soy uno de ellos.
Valverde de amarillo -también de verde como líder de la regularidad-, Tomas Voeckler, ese showman al que tanto idolatran en Francia ya es líder de la montaña, y Riccó, el joven irreverente italiano ya viste el maillot blanco del primer joven. Esto acaba de comenzar, aunque nadie lo diría. Y si todo esto ha pasado en un simple repecho, lo que está por venir promete. Promete mucho. Veremos, yo trataré de no perdérmelo.
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