Elogio del estribillo

A algunos apologistas de la modernidad se les inflaman las venas cuando explican que el estribillo ha muerto o que al menos le deberíamos ir preparando los responsos. Arguyen que esa parte central de la canción constituye una clamorosa concesión a la galería, un recurso fácil y manido al que, tras medio siglo de música popular, ya se le ha exprimido todo el jugo posible. Por suerte, autores como Neil Finn llevan dos décadas largas cuidándose de no hacerles el menor caso.
La resurrección de Crowded House, 11 años después de su ruptura, constituyó una de las mejores noticias de 2007. Finn no quiso vivir de los réditos y puso en circulación un disco tan melancólico como exquisito, Time on Earth, marcado por el suicidio del batería original del cuarteto, Paul Hester. Un año más tarde, los australianos se comportan en directo como una máquina de precisión. Hart toca bien todo cuanto cae entre sus manos y Seymour aporta algunas de las líneas de bajo más imaginativas que pueden escucharse por la radio comercial.
CROWDED HOUSE
Neil Finn (voz, guitarras), Mark Hart (teclados, guitarras, slide), Nick Seymour (bajo, coros), Matt Sherrod (batería). Cuartel del Conde Duque, Veranos de la Villa. Madrid, 3 de julio. Casi lleno (2.000 espectadores).
Pero ante todo están, claro, los estribillos. Fall at your feet, Don't dream it's over o la reciente Don't stop now aprovechan las mejores enseñanzas de los Beatles (y más las de McCartney que las de Lennon) para erigirse en la etiqueta negra del pop-rock presente. No es que sean reconocibles al tercer compás, sino al primer rasgado de guitarra. Con ellas entran ganas de coger apuntes, igual que con las menos divulgadas Pineapple head, Hole in the river o las aún inéditas Either side of the world y Turn it round.
No, definitivamente el regreso de Crowded House no es un ejercicio de oportunismo. Nos quedan, ojalá, estribillos para rato.
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