Fiesta para Luis
Los campeones de Europa corearon consignas en favor de la continuidad del seleccionador durante la cena de celebración y el vuelo de regreso a España
El cántico se elevó espontáneamente entre los jugadores, durante la cena, tres horas después de la final. Gritaban: "¡Luis renovación!, ¡Luis no se va! ¡Luis renovación!, ¡Luis no se va!". El reclamo fue reiterativo. Lo hizo la plantilla de la selección al completo. Fue un gesto ruidoso, simbólico, de gran significado.
"¡El dueño del juego es el dueño del balón!", cantaron a coro en el avión
Sergio Ramos puso el himno oficioso del equipo, una cumbia argentina
Especial: ¡Campeones! |
En el comedor estaba el presidente de la Federación Española, Ángel María Villar, y el director deportivo, Fernando Hierro. Dos hombres que desde hace meses proyectan el futuro de la selección sin contar con el actual seleccionador, Luis Aragonés, y que ayer de madrugada debieron soportar el mal trago que les deparó el contacto con el técnico y los jugadores. El equipo quiso exhibir de este modo su autoridad recién conquistada. Más que una defensa pública del técnico, lo que hicieron fue una demostración de su propio poder. Todos intuían que a partir de la final del Prater había nacido una nueva era, con nuevos referentes, otras voces, otra manera de vivir y otra manera de jugar.
La fiesta del título tuvo carácter estrictamente futbolístico. Después del partido, disputado en Viena, la expedición voló a Innsbruck y, de allí, al hotelito de Neustift que les sirvió de cuartel general durante tres semanas y media. Las familias de los deportistas permanecieron en Viena. A los Alpes sólo viajaron jugadores, técnicos, empleados de la federación y directivos. El equipo prefirió celebrar su éxito en la intimidad del grupo. Sobre las dos de la madrugada empezó la cena, que tuvo carácter de homenaje, de reconocimiento al seleccionador que supo armonizar a 23 jugadores para que conviviesen y jugasen respetándose unos a otros. Como dijo Torres: "Algo que no pasa con frecuencia".
Ayer al mediodía una multitud abarrotaba el balcón del aeropuerto de Innsbruck. Había banderas españolas que portaban hinchas españoles y tiroleses. Se congregaron para despedir al equipo que los había honrado con su presencia. Esperaron una hora a que llegara el autobús. El primero en bajar fue Torres con la Copa. Le siguió Luis Aragonés, y luego Casillas, Villa y Reina. Ahí estaba el núcleo duro del equipo. Los líderes espontáneos del campeón. El portero del Real Madrid incluso tuvo un mensaje para los perjudicados por la inflación y la subida de los tipos de interés: "Esta Eurocopa será importante para ayudar al fútbol español y a España como país, para animar a la gente que tiene dificultades".
"Casillas es un diez como capitán y como persona", dijo Luis Aragonés, en referencia a su primer interlocutor. "Raúl tuvo su papel, y yo tendré el mío", dijo el capitán de la selección española, en referencia a su predecesor. El portero encarna los valores nuevos. Es un símbolo, pero no le gusta mandar. Casillas, a diferencia de los capitanes que le precedieron, siempre prefiere mantenerse en un segundo plano cuando se trata de ejercer el poder. Le repugnan las jerarquías internas y es incapaz de ver a los recién llegados como a inferiores. Si propone una partida de pocha, lo mismo le da jugar con Cazorla que con Xavi. Al portero no le interesa dar órdenes y eso al seleccionador le viene al pelo. "En esta selección hicieron mucho daño los jugadores que tomaban decisiones que corresponden al entrenador", suele decir. La consecuencia de la nueva política fue que el grupo se sintió más unido, menos subyugado por caudillos impuestos por la historia, más libre y más solidario.
La noche había sido larga. La fiesta también. Muchos jugadores habían dormido un par de horas. O menos. La solana de la pista del aeropuerto de Innsbruck encandilaba los ojos cansados. Sergio Ramos, Marchena y Arbeloa iban con gafas de sol tipo antifaz. En el avión, Reina ejerció de maestro de ceremonias. Parecía una boda. Incluso las azafatas se atrevieron a bailar la Macarena, entre jaleos. El meta del Liverpool fue el director de una serie interminable de cánticos que parodiaban al seleccionador en sus frases más repetidas. "¡El dueño del juego es el dueño del balón!", cantaban a coro. "¡Los negros son azules!".
Sergio Ramos puso el himno oficioso del equipo, una cumbia del grupo argentino Jambao, y todos cantaron hasta que el avión abrió sus puertas en la pista de Barajas. Para entonces, el reclamo de Luis Aragonés se había repetido decenas de veces: "¡Si Luis no sigue, no volvemos!"
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