Una epopeya regresa a la luz
Ikusager reedita la 'Historia de la Revolución Francesa' de Jules Michelet
"Por primera vez, la gran epopeya revolucionaria encontró un cantor digno de ella", dijo Víctor Hugo al conocer la monumental Historia de la Revolución Francesa, de Jules Michelet, publicada entre 1847 y 1853. A principios del siglo XX, Vicente Blasco Ibáñez emprendió la traducción al castellano de una obra sin la que resulta imposible comprender la Europa contemporánea, a pesar de que perviva la aristocracia y la Iglesia católica goce de buena salud. Ahora, la pequeña editorial Ikusager de Vitoria ha emprendido la tarea de reeditar esta obra de referencia para Saint Beuve, Flaubert o Peguy en el XIX y alabada en el XX por George Bataille, Carlos Martínez Shaw o Alfonso Guerra.
Tras cuatro años de trabajo, el editor Ernesto Santolaya ve cumplido un sueño
La obra se ha publicado en tres volúmenes de 780, 732 y 666 páginas, una cuidada edición que cuenta con las ilustraciones originales de Daniel Urrabieta Vierge. Juan Manuel Ibeas ha revisado la traducción de Blasco Ibáñez. Se trata de un trabajo titánico, a tenor de la modesta dimensión de la editorial y de la calidad de la producción. Ha sido posible, después de cerca de cuatro años de trabajo, porque detrás se encuentra la pasión del editor Ernesto Santolaya (Huérteles, Soria, 1935), quien, cuando tenía 12 años, descubrió con la obra de Michelet la literatura ilustrada.
Santolaya ha orientado su labor editorial hacia el cómic histórico, la novela comprometida y la recuperación de textos clásicos que forjan el sustrato del pensamiento progresista. Con el tiempo, ha llegado a la conclusión de que todo surge de aquellos volúmenes que hojeó en su infancia. "Al final, la publicación de este libro ha llegado como si fuera el broche a mi carrera como editor. Suena a romanticismo puro, pero es que la vida es así", destaca.
Sin duda, también el autor francés bebe de la efervescencia romántica que, para bien o para mal, impregnó la primera mitad del siglo XIX. "Nadie como Michelet ha ensalzado al pueblo de París por sus jornadas revolucionarias que salvaron a Francia y regeneraron después a Europa", dice Blasco Ibáñez en su prólogo a la obra. Y Santolaya, hijo de perdedores de la guerra civil, lo corrobora: "Lo atractivo de la obra de Michelet es ese protagonista anónimo que consigue acabar con un poder omnímodo en la Francia de entonces, la de la Iglesia", comenta. Y añade: "Por cierto, en la versión de Blasco Ibáñez se censuraron más de 200 páginas, las referentes a la descripción del poder del Vaticano en Francia en los siglos anteriores".
La recuperación de esta obra va más allá de la pura nostalgia del responsable de la editorial Ikusager. "En estos momentos, se considera que el mundo actual es inamovible. Vivimos en el puro hedonismo, sin responsabilidades, y creo que se debe recuperar el espíritu de la Revolución Francesa, la única revolución que ha habido", concluye Santolaya.
Dos clásicos
- Jules Michelet (1798-1874), nació con la resaca de la Revolución Francesa y creció bajo el Imperio napoleónico y los Jesuitas, a quienes criticó con fiereza, lo que le costó su plaza en los Archivos Nacionales. Se dedicó entonces a escribir, lo mismo reivindicando la Revolución que lanzando su mirada a la vida de los insectos, o completando su magna Historia de Francia en 25 volúmenes.
- Daniel Urrabieta Vierge (1851-1904), de origen vasco, aunque nacido en Madrid, es uno de los ilustradores más interesantes del siglo XIX. "Infinitamente superior a Doré, como dice Hugo, no era fantasioso, sino un veraz documentalista", recuerda el editor Ernesto Santolaya. Casi desconocido en España, al final de su vida ilustró El Quijote, su gran ilusión.
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