La tarjeta de Gordillo
Nunca pudo pensar Gordillo que la tarjeta amarilla que vio en el Villamarín el día que España le marcó el 12-1 a Malta le iba a pasar factura en París y le impediría jugar la final de la Eurocopa de 1984 frente a Francia. Así eran algunas cosas en aquellos tiempos. Una tarjeta de la fase de clasificación, sumada a la que le mostraron en la semifinal frente a Dinamarca, le dejó sin poder jugar la gran final del Parque de los Príncipes. Francia salía con la ventaja de no haber participado en la clasificación y estaba limpia de tarjetas.
Gordillo era un futbolista que desconcertaba mucho a los entrenadores rivales, que no tenían muy claro si estaban ante un defensa de largo recorrido o un centrocampista defensivo. A nadie se le ocurrió nunca denominarle carrilero y, como el vídeo, en aquellos años, no se utilizaba como herramienta de trabajo por los técnicos, era bastante normal que hubiese dudas. De ahí, que el seleccionador alemán, Jupp Derwall, dijese que, por si acaso, a él le gustaría tenerle en su equipo. Además, dentro del terreno de juego, era capaz de animar a sus compañeros, vacilar a un contrario o sincerarse con un árbitro.
—"Y tú, chaval, ¿qué vas a hacer en los próximos días?".
—"Pues mire, doctor, me estoy preparando para irme de vacaciones". Le miró una vez más y, dirigiéndose al jugador y a quienes esperaban con ansiedad el diagnóstico definitivo, le dijo: "Pues márchate tranquilo, descansa, disfruta y, a la vuelta, empiezas a entrenar y hablamos".
Así se expresó un famoso cirujano francés, quien vio a Goikoetxea, en una consulta especial, tras una rápida y eficaz gestión del médico de la selección, Jorge Guillén. Goiko se había lesionado en el partido frente a Alemania en la rodilla y algunos querían meterle directamente al quirófano y otros pensaban que era mejor esperar. En 16 años de profesional nunca pasó por el quirófano.
España iba a enfrentarse a Francia con las bajas de Maceda, Goikoetxea y Gordillo. ¡Casi nada! El seleccionador siempre decía que el peor enemigo, en cualquier competición, era el equipo que jugaba en casa. Francia iba a jugar la final en el Parque de los Príncipes de París y se agarraba a todo. Antes de salir a calentar, el árbitro hizo que Arconada se cambiase los tacos de las botas, pues decían que eran más altos de lo que permitía el reglamento.
Menos mal que se había arreglado lo del hotel y el asunto del preparador físico no volvió a plantearse una vez que los jugadores pidieron a Muñoz que prescindiera de sus servicios y quedase como mero acompañante tras el primer partido, en Saint Étienne, frente a Rumania. Afortunadamente, 24 años después las cosas son muy diferentes, más favorables para España, y no juegan ante el equipo local, aunque estén más cerca.
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