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Reportaje:Los últimos días de un presidio

El artista cautivo

José Manaut, discípulo olvidado de Sorolla, pasó un año en Carabanchel

Patricia Ortega Dolz

Fue por un sueño que tuvo hace tiempo, exactamente hace ocho años. Desde entonces, nada ha vuelto a ser igual en su vida. Stella Manaut, actriz y dramaturga madrileña, lo dejó todo por ese sueño.

En sus recuerdos oníricos aparecía con intensidad un lugar, un sitio recóndito de una casa de la calle de Víctor Andrés Belaúnde, en el barrio de Chueca. Era el altillo del estudio de su padre, un intelectual como la copa de un pino que vivió, primero en Valencia y luego en Madrid, entre 1898 y 1971 y que fue el gran discípulo del pintor Joaquín Sorolla, con quien llegó a intimar lo suficiente como para escribir Crónica del pintor Joaquín Sorolla. Un artista olvidado llamado José Manaut.

Realizó decenas de dibujos durante su estancia en la prisión

Al despertar de aquel sueño, Stella no podía quitarse aquel sitio de la cabeza y llamó por teléfono a su hermano Andrés.

-Mira a ver qué hay en el altillo- le dijo

-No hay nada- respondió él

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-Por favor, mira a ver, he tenido un sueño- insistió.

En una caja escondida en ese altillo aparecieron 320 dibujos. En carboncillo o acuarela, en blanco y negro, decenas de imágenes de la etapa de su padre en la cárcel de Carabanchel (El ratero, El periodista, Mi celda...), y otras tantas de su encierro en la antigua prisión de Porlier, situada en la calle del General Díaz Porlier (Las sobras de la comida, El hombre taciturno...).

Un testimonio de la historia de la represión de este país y de su capital, un montón de retazos de su vida cautiva en papeles de cuaderno de los que el artista no volvió (o no quiso volver) a acordarse, esperando quizá a que llegase una mejor atmósfera política.

Hoy, y hasta el 13 de julio, pueden verse muchos de ellos en el Museo de la Ciudad de Madrid, donde el Ayuntamiento ha ubicado su exposición, a pesar de que la pinacoteca municipal está en pleno desmantelamiento y una parte en obras de ampliación para convertirse en la Biblioteca de Madrid. Así que, pese a la existencia de una situación política mucho más favorable que la de aquellos tiempos de la dictadura, la obra de José Manaut sigue sin ver la luz con esplendor.

A José Manaut lo encerraron por masón durante la época franquista y no vivió para conocer la muerte del caudillo. Pasó un año en Porlier (1943) y otro (1944) en Carabanchel. Después estuvo confinado en Durango (Vizcaya) y en libertad vigilada en Madrid casi hasta su muerte. "Sólo lo dejaron ser profesor de dibujo del Liceo francés", recuerda Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de la Constitución y alumno entonces de aquel colegio. "Era un pobre viejecito", recuerda el ex rector de la Universidad Carlos III. "Allí estaba porque tenía que comer. Le hacíamos todo tipo de perrerías porque no sabíamos quién era...", rememora Peces-Barba.

Él es quien ha intentado rescatar su obra, después de una llamada de Stella y después de aquel sueño. Por eso, parte de la obra del artista se encuentra en la Carlos III -universidad de la que Peces-Barba es ex rector-, aunque ahora la han cedido al museo.

A pesar de todas las dificultades con las que se ha encontrado en estos ocho años, Stella Manaut no desiste en su empeño. Se decidió a rescatar la obra de su padre y en ello ha puesto todo su tesón. Ha montado una asociación cultural con sede en Valencia, donde se ha ido a vivir, que lleva el nombre de Amigos de José Manaut, y ha conseguido que se exponga "alguna cosa, aunque sin gran difusión". Algunas ideas pueden llegar en forma de sueño.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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