"Llevo preparándome para esta novela desde los 13 años"
El 9 de abril de 1940, el ejército alemán invadió Dinamarca. Las tropas que llegaron a Nykøbing, en la isla de Falster, se perdieron. No conseguían salir del pueblo y el comandante en jefe echaba pestes de sus soldados. Hubo entonces un hombre que levantó tímidamente la mano y se acercó a los invasores. Les habló en un alemán muy correcto y les explicó en qué calle tenían que doblar, por cuál debían continuar, de qué manera tomar una carretera principal, y así poco a poco hasta llegar al puente de Storstrøm. Desde ahí ya no había pérdida: todo recto hasta Copenhague. El amable caballero que tan diligentemente ayudó a los nazis en su avance hacia la capital danesa fue el padre de Knud Romer (Nykøbing Falster, 1960), el narrador de Quien parpadea teme a la muerte (Minúscula), una novela autobiográfica en la que el escritor reconstruye su historia familiar, siempre a mitad de camino entre dos países: Dinamarca y Alemania. Y es que su madre llegó al terminar la guerra a ese pueblo tan pequeño, "que acaba casi antes de empezar", para trabajar en cualquier cosa, y sobrevivir. "Mamá estaba sola en un país extranjero, tan sola como puede llegar a estarlo alguien en la vida. Desde niña no había experimentado otra cosa que no fuera perder a aquellos a los que amaba, uno por uno, y nada, ni siquiera la botella de vodka del armario de la cocina, podía proporcionarle consuelo", escribe Romer en su novela. En Madrid, durante una reciente visita, contó que la muerte de su madre lo sacudió de una manera radical y lo precipitó en la mayor de las orfandades. "Desde ese momento quise contar lo que había vivido, lo que había significado para mí, la manera en que me abrió hacia el mundo y los terribles momentos que le tocó pasar".
Así que Knud Romer ha masticado la historia que cuenta en Quien parpadea teme a la muerte desde hace mucho tiempo. "Llevo preparándome para esta novela desde los 13 años. No pude empezar a escribirla hasta los 35". Hasta entonces leyó mucho (es un rendido admirador de Rilke y es tal su pasión por su obra que los propios alemanes le han encargado una selección de sus versos para una antología) y estudió literatura comparada en la Universidad de Copenhague. Ha trabajado en cine y en publicidad, ha escrito guiones e incluso trabajó como actor en Los idiotas, de Lars von Trier. Su obsesión, mientras tanto, seguía siendo la historia de su familia: "Contar lo que no se puede decir". "Sin mi madre, sin todo lo que significó, no hubiera podido escribir ni una sola línea", explica Romer. "Su vida en Dinamarca estuvo llena de tristeza, pero me fue abriendo las puertas a lo que quería de Alemania, a sus autores: Rilke, Eichendorff, Novalis... Su historia fue la de una isla dentro de otra isla, pero me hizo un gran regalo, el abrirme a la literatura alemana".
La novela la empieza Romer acordándose del padrastro de su madre, un tipo autoritario y frío. Sigue por su mujer, su abuela materna, que había sido una de las jóvenes más hermosas de Alemania y que voló por los aires al final de la guerra quedando desfigurada por las quemaduras (quiso suicidarse dos veces, no lo consiguió). Luego aparece el tío Helmut, que de tanto en tanto expulsaba de su cuerpo un trozo más de los fragmentos de la granada que le explotó en la campaña de Rusia, y se lo regalaba al narrador. Aparece su familia paterna, y luego su propio padre, que "era agente de seguros y cada día se aseguraba de que nada fuera mal". Pero es la fuerza vital de su madre la que llena de energía las páginas del libro. Su desdichada infancia por la muerte de su padre, su llegada a Berlín en 1939, la intensidad de aquellos años en los que con sus amigos ya se distanciaba de Hitler, su amor por Horst Heilmann, un tipo que se jugó la vida en la Resistencia y que fue brutalmente ajusticiado por los nazis... La dureza de su vida durante la guerra, el final, la llegada a aquel pueblucho de Dinamarca. Allí la marginaron y le hicieron la vida imposible porque era alemana. Se mofaban, la humillaban. La resaca de la guerra.
En esa atmósfera creció el narrador del libro. "Un mundo cerrado, inflado de nacionalismo", recuerda Knud Romer. Es el mundo que ha atrapado y retratado en su novela. Llena de tristeza, y cargada con la fuerza de la vida de una mujer libre. -
Knud Romer. Quien parpadea teme a la muerte. Traducción de Sofía Pascual. Minúscula. Barcelona, 2008. 208 páginas. 15 euros.
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