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El arte del posado

Amelia Castilla

A Steichen algunos le consideran como el fotógrafo que modernizó la fotografía de moda, pero las cosas han cambiado notablemente desde que él colgó la cámara. La explosión que se vive en estos momentos en el mundo de la moda ha convertido a los fotógrafos especializados en las estrellas del género, a la altura de las editoras de moda de las revistas especializadas y las grandes firmas que pagan las costosas campañas publicitarias. Los Encuentros de Fotografía de Arles, que se inauguran el 8 de julio, dedican este año un apartado especial al diseño. Junto a las exposiciones de Tim Walter o Leila Méndez figura como invitado el creador Christian Lacroix. Y en estos días se ha inaugurado la sexta edición del festival internacional de la fotografía de moda que se celebra en Cannes. Ambos eventos contribuyen a lanzar aún más un género que no ha parado de crecer.

Convertida en un espectáculo más, la moda ha entrado en los museos y basta con pasear por los barrios más punteros de las ciudades para descubrir en cualquier tienda o bar un puñado de revistas de tendencias gratuitas. Javier Vallhonrat asegura que no entiende nada de moda, que lleva puestos los pantalones que se compró en un rato libre, pero trabaja para las firmas más importantes del mundo. Acaba de concluir una campaña de Versus y ahora prepara la publicidad de un perfume. Según este creador, uno de los cambios más potentes vividos en el sector llega con la década de los noventa cuando se produce una ruptura de géneros y la moda utiliza todas las secuencias posibles. Se acerca al cine, al arte, al fotoperiodismo, al modelo documental… "La fotografía de moda abre la puerta a ese trasvase de contaminaciones y surgen autores que consiguen resultados muy brillantes, pero desde entonces no se ha avanzado mucho", apunta Vallhonrat. "Parece como si en esa década se hubieran escrito unos cuantos verbos y ahora tocara declinarlos". Vallhonrat señala también que la cultura se encuentra cada vez más cerca del ocio y del espectáculo y que lo que se vende ahora es la cultura del consumo. Todo tiene que estar de moda.

Antoni Bernad lleva 40 años disparando fotografía de moda y sigue disfrutando con su trabajo. Las estilistas le proporcionan trajes para que, con su cámara, capte la textura, el corte y la caída a las telas. Luego están las modelos a las que anima a base de piropos o de obscenidades, según le convenga más para el carácter de la imagen. "A las alemanas les encanta que les digan frases amables; las del Este son reacias y frías, incluso si intentas ayudarlas tendiéndoles una mano para que se levanten del suelo la rechazan, tienen una educación especial; las americanas se muestran maravillosas, aceptan el glamour como algo innato". Entre las muchas modelos que se han cruzado en su vida ("vivimos una invasión, sobre todo las que proceden de países del Este o las brasileñas) se queda con Lauren Hutton, de 64 años, a la que ha retratado recientemente para una campaña de Mango. "Fue como un cuento de hadas, llevaba 30 años esperándola; no se ha operado, mantiene su belleza salvaje y el coco intactos", aclara. Tanto tiempo en el candelero le animan a sentenciar que la moda se mueve por la ley del péndulo. Todo se repite, los trajes, los pelos… En su opinión, el cambio más importante se cuenta en las actitudes. "Cuando empecé se llevaban las posturas correctas y las expresiones como de muñeca. Después cambiaron los gestos, en vez de sentarse erguidas se encorvaban y separaban las piernas más y más, ahora ante la falta de ideas ha llegado el sexo; hay muchas tetas y un descoque total. Se enseña lo que se puede, da igual que sea verano o invierno". Pero la gran pérdida es la desaparición de la aguja. "Antes se cosía todo en los países de origen, teníamos cortadores, patronistas, modistas…, ahora todo se fabrica fuera".

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