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Las víctimas reconocen en el juicio a la presunta asesina de ancianas

Remedios Sánchez se declara inocente y sugiere que la culpable es otra mujer

Remedios Sánchez Sánchez proclamó su inocencia, pero las seis víctimas que sobrevivieron a sus supuestos intentos de asesinato declararon ayer en la Audiencia de Barcelona que fue ella. Parapetadas tras una mampara para evitar el enfrentamiento visual con la acusada, las ancianas la reconocieron como la persona que intentó acabar con sus vidas y quien les robó las joyas y el dinero que guardaban en su domicilio.

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"No me dejó ni un euro en la casa", explicó Montserrat F., de 85 años, que sufrió un intento de asfixia con una toalla. Cuando se despertó estaba ensangrentada y tendida en el pasillo de su casa. Pasó tres semanas en un hospital. "Cuando los Mossos me enseñaron la foto, la reconocí", declaró Isabel M., a quien le robaron el monedero sin saber cómo. "No la vi por la televisión, no, la reconocí en el juzgado", explicó la testigo ante la insistencia del abogado defensor.

"Tengo grabados a fuego vivo sus brazos en mi cuello", relató Alicia L. Regresaba a su domicilio cuando una mujer le pidió que la dejase entrar en la finca, la misma que luego la acabó tirando al suelo en su vivienda y la intentó asfixiar con un trozo de tela que llevaba la agresora. "Me ha destrozado la vida. Desde entonces estoy con medicación".

Pilar Solà, de 81 años, otra de las víctimas, también relató que reconoció a Sánchez en el juzgado y Rosa R., de 89, declaró: "La vi cambiada en el juzgado, pero era ella". Esta anciana explicó al tribunal que le hubiera dado a la agresora todo lo que tenía, pero que no le hizo caso, le robó las joyas y se marchó.

La más locuaz fue Dolores S., amiga de una de las víctimas mortales. "La tuve cuatro horas y media en mi casa antes de que me robara. O sea, que pude conocerla bien". Según su relato, Remedios Sánchez pidió a la anciana que la dejase entrar en su domicilio para ir al lavabo, después le pidió que le hiciese una manzanilla y al final se quedó a comer. "Me pareció una buena persona y me fregó los platos, pero me acabó robando el monedero, que era igual que el que tenía mi amiga, porque nos lo compramos las dos en Benidorm". Sonrisas comedidas en la sala de vistas para aliviar lo que allí se estaba ventilando.

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La fiscalía solicita para Remedios Sánchez penas que suman 172 años de cárcel por tres delitos de asesinato consumados, otros seis intentos de asesinatos, siete delitos de robo con violencia y otros dos más intentados. Los hechos ocurrieron entre el 10 de junio y el 1 de julio de 2006 y en todos los casos la acusada se ganaba la confianza de las víctimas a la entrada de sus domicilios o en los alrededores de las maneras más diversas: desde inventar que olía toda la finca a gas y que podía haber una fuga en la casa, hasta pedir que le diesen un vaso de agua para tomarse una pastilla, reclamar una cura por una supuesta herida en una mano o entregar un paquete.

"Soy incapaz de hacer una cosa así", dijo la acusada en la que fue su primera declaración, aunque sólo accedió a responder a su abogado. El defensor acabó asumiendo el papel de acusador en una estrategia que él mismo y la presidenta del tribunal calificaron de capciosa. El objetivo no era otro que diseñar una coartada convincente.

Sánchez insinuó que la autora de los crímenes fue Mari, una mujer a la que había alquilado una habitación durante un mes y que se marchó sin saber nada de ella. Era una mujer que usaba guantes de látex por su trabajo como enfermera y que fue quien le permitió entrar a las viviendas de las víctimas. Por eso se encontraron sus huellas en aquellas viviendas. Fue la mujer que se marchó precipitadamante dejándole las joyas, libretas de ahorro y otros enseres de las víctimas para pagarle la habitación. Por eso se le encontraron esos objetos en su domicilio.

Y si la identificaron las víctimas fue porque apareció en televisión, aunque ninguna de ellas dijera eso después. Y si la dirección de una víctima estaba en su agenda fue porque la tal Mari le dijo que la anotase. Y si no se hizo rueda de reconocimiento fue porque su primer abogado no lo permitió. Y si aparece en una grabación del metro es porque quedó con su amiga Mari y no se presentó. Y así sucesivamente, incluyendo el móvil que atribuyen las acusaciones sobre la supuesta ludopatía. "Sí, yo iba al bingo, pero no tenía adicción", dijo Remedios Sánchez.

Pero los testigos fueron claros, incluso los que no sufrieron sus ataques. "Creo que es esa mujer", dijo Antonio Cherta, un vecino. "¿Está usted seguro?", le preguntó el tribunal, que después hizo levantar del banquillo a la acusada. "Sí, es ella, aunque está más delgada y tiene el pelo más largo". "Es esa, la que está entre los guardias", sentenció Enriqueta C., amiga de una víctima mortal.

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