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El público del Rosalía se rinde a la mezzosoprano Waltraud Meier

Cuando los dioses deciden bajar a la Tierra, los humanos pueden recibirlos con distintas actitudes. Las dos extremas son adorarlos ciegamente o combatirlos con fiereza, buscando en este caso la destrucción del mito y el honor para quien lo combate. Si quien desciende hasta los mortales lo hace desde olimpos musicales, los extremos serían acudir por el mero reclamo del nombre o para intentar desmontar el mito. El goce sencillo de su arte y el más analítico basan el arco de actitudes habituales del público en un concierto de estas características.

Waltraud Meier descendió el viernes 13 al Teatro Rosalía Castro de A Coruña desde su particular y bien ganado recuncho del Walhala (ese paraíso creado por Wagner para sus deidades operísticas). El público congregado en el coliseo de Riego del Agua la recibió con calidez, con un aplauso de intensidad y duración notablemente superiores a la mera cortesía. Un reconocimiento a lo mucho que quien lo da ha gozado con sus grabaciones; el de un público entregado desde el principio a la artista.

El brillo de su voz deslumbra hasta empalidecer alguna nasalidad

Que Waltraud Meier es una de los grandes no es a estas alturas un descubrimiento. Tampoco decimos nada nuevo si admiramos su naturalidad para el canto y la técnica prodigiosa con que la ha desarrollado. O sobre su emisión, de una regularidad notable a lo largo de los diferentes registros. De la calidad de su voz, su brillo y color deslumbran hasta empalidecer alguna nasalidad. Su interpretación, tanto vocal como gestual, la han llevado a su merecida consideración internacional.

Su conocida entrega, en la más estricta autoexigencia, explican cómo alguien llega a su rango. Su expresividad voló con las alas de Schubert o las de R. Strauss, saltarina en La Trucha o serena en el Nocturno del vienés; alegre y amorosa en Cecilia o luminosa en la Mañana del muniqués. Enorme en los Cuatro últimos lieder de éste.

Punto y aparte merece el pianista Joseph Breinl. Sus cuatro años de colaboración con Meier se explican escuchándole. En el repertorio de lieder el piano es coprotagonista, mucho más allá de una labor de acompañante. La técnica de Breinl, su primor dinámico en favor de la cantante y su capacidad de imprimir el carácter de cada pieza fueron parte esencial de un recital para la historia del Teatro Rosalía.

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