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25º Congreso de ERC

Los abucheos al socio Iceta

La militancia silbó al portavoz del PSC y a los convergentes Trias y Madí, invitados al congreso

Àngels Piñol

La diputada Anna Simó, conductora del congreso, tomó la palabra y empezó a recitar el nombre de las entidades y los políticos invitados a la platea, algo muy común en la mayoría de los congresos de partidos. Citó al Colegio de Farmacéuticos, a la Coordinadora de Usuarios de la Sanidad y a... Miquel Iceta, portavoz del Partit dels Socialistes (PSC) y socio de Gobierno de los independentistas. Las paredes del Auditorio del Fórum resonaron porque el abucheo fue colosal. "¡Os pido que no hagáis ninguna expresión de emoción!", gritó Simó. Y siguió con la lista y mencionó a los convergentes Xavier Trias y David Madí. El estruendo continuó. "¡Os pido el máximo respeto para los compañeros de otros partidos que están aquí!", dijo iracunda la diputada.

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Los bramidos de Simó surtieron efecto porque a partir de entonces los militantes aplaudieron (salvo al representante del Partido Popular) al resto de los invitados y a quienes subieron al escenario: un miembro del Frente Polisario, una líder bretona (utilizó el francés), otro del BNG ("¡en gallego!", le pidieron que hablara) y una última de Eusko Alkartasuna, que compaginó el euskera, el castellano y el catalán. Fue uno de los pocos momentos en que las puertas del congreso, nada transparente, se abrieron a los periodistas, escoltados a un extremo del escenario para seguir los discursos de Carod, Puigcercós y Ridao.

Carod y Benach, sentados en primera fila, no paraban de enviar mensajes por el móvil mientras Ridao, antes de tomar la palabra, abandonaba su butaca por un problema en un ojo. Los 4.078 acreditados tenían una carpeta con las ponencias, tres cartulinas para las votaciones (una naranja, una roja y una blanca) y una curiosa encuesta anónima para elaborar un definido perfil, hasta el punto de que se llegaba a preguntar: "Por lo que usted sabe o recuerda, ¿con qué bando de la Guerra Civil simpatizaba más su familia?", y se daba a elegir entre cinco respuestas. El formulario, con 39 cuestiones, acababa con una sobre la inmigración y ofrecía cuatro opciones; la última era así de inquietante: "Con tanta inmigración, uno ya no se siente como en casa".

Pese a estar bien organizado, incluso había una ludoteca para niños (15 pequeños pasaron la mañana en ella), más de un militante se quejó de tener que votar a mano alzada."Eso está mal, pero es aún peor que los resultados no se vean sobreimpresos en la pantalla gigante del escenario", señaló el militante David Botanach, de 53 años. Con una barra de bar a las puertas del congreso, los independentistas debatían en la calle las votaciones de las enmiendas, ajenos al trasiego del Congreso de Urología que se celebraba en el centro de convenciones, delante del auditorio, y al partido de la selección. No se vio a nadie con la acreditación de ERC colgada en el cuello en ningún bar viendo el fútbol. Disciplinados, muchos comieron al aire libre por 15 euros el pastel de pescado y la bebida servida en vasos de plástico con dibujos de paisaje alpino. Los camareros, con esmoquin y pajarita, contrastaban con el olor a cloaca que llegaba según la dirección del viento. Para entonces, Trias, abucheado como Iceta, hacía rato que se había marchado. "Estoy acostumbrado. Forma parte de los congresos", dijo impasible.

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