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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Donaciones y migajas

José María Ridao

La Conferencia de Donantes para Afganistán, celebrada ayer en París, ha seguido de cerca a la cumbre extraordinaria de la FAO que tuvo lugar la pasada semana en Roma. La proximidad entre uno y otro encuentro ha permitido advertir cómo el sistema de instituciones internacionales, del que la FAO forma parte, ha recibido la influencia de un mecanismo que, como las conferencias de donantes, tienen una naturaleza diferente, vinculada a las urgencias que pueda atravesar un país o una región del mundo.

La Cumbre de Roma se convocó bajo el signo de la actual crisis alimentaria que afecta a 850 millones de personas y, tal vez por ello, acabó derivando en una imprevista conferencia de donantes para desconcierto, entre otros, del propio director general del organismo, Jacques Diouf. Éste declaró que el objetivo de la Cumbre no era recoger fondos, y que el anuncio de donaciones por parte de algunos países -entre ellos España- fue una "sorpresa" que superó "cualquier expectativa".

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Las declaraciones del director general de la FAO son una prueba de que, en efecto, el espíritu de las conferencias de donantes se está introduciendo subrepticiamente en el sistema de instituciones internacionales. Éstas pueden, sin duda, convocar conferencias de donantes, pero una de las materias sobre las que tienen una responsabilidad casi exclusiva son las normas que rigen las diversas relaciones entre Estados. En el caso de la actual crisis alimentaria, esas normas son responsables, en gran medida, de la hambruna que amenaza a casi un sexto de la población mundial. De ahí que tenga poco sentido ofrecer donaciones, por un lado, y mantener invariables las normas, por otro.

Las subvenciones y otras medidas con las que los países ricos protegen su producción agrícola están provocando auténticos estragos económicos en los países pobres, a los que impiden competir en los mercados internacionales con aquellos productos en los que son competitivos. Ante esta situación, las donaciones no son, en el fondo, más que un intento de compensarlos, de arrojarles migajas dentro de la jaula económica en la que se les ha encerrado. Como fórmula para ejercer la caridad, tal vez sea inmejorable. Pero como instrumento para combatir las crisis alimentarias es más que discutible, puesto que no evitan que se reproduzcan cíclicamente.

En cuanto a la Conferencia de Donantes para Afganistán, al igual que el resto de conferencias convocadas en el pasado o que se puedan convocar en el futuro, el éxito no sólo dependerá de las cantidades recaudadas, sino de la eficacia con la que las utilicen los Gobiernos beneficiarios. Sin control, corren el riesgo de convertirse en simples fracasos diferidos.

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