"Estoy segura de que la mentalidad va a cambiar"
Soltó la bomba en casa a los 13 años: "Quiero ser piloto militar", dijo. En su familia, de Huevar (Sevilla), no había nadie en el Ejército, y probablemente, ni su padre, propietario de un negocio de alimentación, ni su madre, funcionaria de Hacienda, le dieron entonces mucha importancia a la ocurrencia. Pero años más tarde, al terminar la selectividad, Rocío González Torres insistía: "Quiero ser piloto militar y, además, de combate, porque es a lo más alto que puede aspirar un piloto en el ejército". Entonces ninguna mujer lo había hecho. González no sólo ha conseguido ser uno de ellos. Lo ha hecho siendo la número uno con 24 años.
Desde su fundación, en 1953, han pasado por la escuela de caza y combate de Talavera la Real más de 2.000 alumnos, de los que sólo 1.415 han conseguido finalizar el curso. En un lugar preferente de la base, una placa homenajea a los número uno de cada promoción. Hoy hay 58 nombres, todos de hombres. La alférez Rocío González, será la primera mujer en más de medio siglo que incluye su nombre en esa lista.
Su nombre figurará con el de 58 hombres en la placa de los número uno
Lo ha conseguido a los 24 años, sin hacer paradas, paso a paso. Superando los cuatro años de instrucción en la Academia General del Aire de San Javier y luego otro más de instrucción de Caza y Ataque en Talavera la Real (Badajoz), con otros 18 compañeros, entre ellos, una mujer. Sólo 15 han terminado el curso.
Recuerda con una naturalidad pasmosa algunos de los momentos más duros de la instrucción, propios de quien se prepara para entrar en combate, como el viaje a Alemania para ser introducidos en "la centrifugadora", literalmente, a ser centrifugados para que el cuerpo se acostumbre a lo que le ocurre al traspasar la barrera del sonido.
"Todos hemos pasado por la visión túnel [pérdida parcial de visión al pilotar un avión a más de 1.700 kilómetros por hora], pero te enseñan a combatirlo, estar tranquila y recuperarlo", asegura González, que contesta a las preguntas con un tono constante de "no es para tanto". No se oye, pero lo piensa. Para ella, mejor nota en tiro, la asignatura hueso ha sido "electrónica".
Sí es consciente de que la mayoría de las niñas de 13 años no sueñan con ser piloto del Ejército, ni de combate cuando crecen: "¿Por qué somos tan pocas? -Rosa María García-Malea fue en junio del año pasado la primera-. Porque quizá piensen que no tienen la fuerza física necesaria, pero la tienen. Estoy segura de que esa mentalidad va a cambiar".
Dentro de 10 años se ve pilotando un Eurofighter. Y siendo madre. "A mi hijo le explicaré que trabajo al servicio de los demás y de la patria, y que eso es lo mejor a lo que uno se puede dedicar". Aunque asegura que no tenía plan B, siempre le ha gustado la arquitectura. "A lo mejor ahora empiezo a estudiarla". Como afición, en sus ratos libres.
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