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Un valenciano en un censo indígena

Ignacio Landa relata su experiencia en una comunidad aborigen colombiana

Su historia podría servir como guión para una película. Contiene episodios extraordinarios, que atraparían a cualquier espectador predispuesto a la ruptura del marco establecido, a través de un protagonista muy cercano. Ignacio Landa es un economista, cooperante y consultor de proyectos valenciano que reside en Colombia, a caballo entre un barrio popular de Medellín y Cristianía, la comunidad indígena de la que es natural su hija, Iratí Dojura o Sirena del bosque, si traducimos del emberá al castellano.

"No pienso que los cooperantes tengamos genes especiales"

Saltó a América latina hace 15 años, participando en diversas experiencias de cooperación en Colombia, Guatemala, El Salvador, Paraguay y Ecuador. Y quedando, confiesa, "engullido y atrapado" por éstas desde 1992, coincidiendo con los 500 años de su descubrimiento. "No pienso que los cooperantes tengamos unos genes especiales. En mi casa era la pelea. Tras estudiar Economía, aconsejaban que me hiciera funcionario, pero yo no podía asumir trabajar toda mi vida en el mismo puesto de trabajo", explica Landa, de 43 años.

Con todo, hizo alguna tentativa. Trabajó varios años en una reputada multinacional como ejecutivo de cuentas, pero en los tiempos de la imparable caída del Muro de Berlín se despertó en él una vocación social latente: ya antes de licenciarse había asesorado a gitanos en el valenciano barrio de Natzaret y años después apoyó la causa saharaui tras conocerla de cerca en una visita a campamentos de refugiados en Tinduf. Sabemos que aquella revolución histórica cambió el mundo pero no solo, también cambió el rumbo de muchas personas, como el de Landa. En ese momento, dejó todo lo que le ofrecía su cargo de ejecutivo de la industria química y se empapó de todo lo concerniente a cooperación al desarrollo para unir indefectiblemente vida y profesión.

Pasados 15 años, Ignacio Landa pasa unos días en Valencia, invitado por el master oficial en Desarrollo, Instituciones e Integración Económica de la Universitat de València. Ha vuelto a su ciudad y a su universidad para explicar durante unos días cómo evaluar proyectos solidarios. El curso, limitado a 25 personas y gratuito, recibió más del doble de preinscripciones.

Según Ignacio Landa, uno de los pecados capitales en el ámbito de la cooperación al desarrollo es que, en muchas ocasiones, los proyectos se fabrican en los despachos del mundo desarrollado sin tener en cuenta las verdaderas necesidades de los que sufren las dificultades. "Los proyectos cambian mucho de su formulación a su ejecución, pudiendo llegar a perder su sentido inicial". Para evitar estas perversiones en unas comunidades con carencias absolutas, recomienda acercar la génesis de los proyectos a los beneficiarios y nunca perder la perspectiva de que se deben diseñar de acuerdo con las necesidades de éstos.

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A futuros colegas les aconseja "buena voluntad y firmeza para poder confrontar lo que uno ha aprendido con la realidad, que es difícil y cambiante". Y no se cansa de repetir la cara gratificante de su profesión: "Estoy en el censo de la comunidad emberá. Tengo el reconocimiento de todos ellos, que me llaman Nacho, y con eso me basta".

Como observador internacional y economista, diagnostica y alerta; según él, se podría prevenir "un proceso de ciclo descendente acentuado por la crisis inmobiliaria mundial", que producirá decenas de miles de muertes por una crisis alimentaria provocada por el encarecimiento del petróleo y de los mercados y la falta de productos básicos como arroz o maíz. También señala que "uno aprende a valorar el estado de bienestar en nuestro país cuando está fuera".

Prefiere pasar de largo por la situación política de Colombia, su país de acogida, cuya belleza y calidez de sus gentes califica de indescriptible, aunque sí indica que "presenta graves carencias para atender las necesidades de las personas, tanto educativas como sanitarias". "Aunque hay un sistema público de sanidad, hay quien muere de un hospital a otro por falta de asistencia en el malogrado paseo de la muerte". Las comunidades indígenas tienen otros problemas: "Son sociedades vulnerables en continua reafirmación, muy trabajadoras y relegadas. El desarrollo no les puede exigir prescindir de sus principios tradicionales, al fin y al cabo, subsisten aunque sea de manera exclusiva por la horticultura". Carencias económicas que contrastan con una riqueza cultural extraordinaria que se pierde. Solo en Colombia hay 92 pueblos indígenas diferentes, que hablan 80 lenguas.

Adalid de la comunidad indígena a la que pertenece, aprovecha su estancia en Valencia para promocionar "el mejor café del mundo". "Viven de cultivar café, lo venden en bruto a un precio oficial, el reto es conseguir que puedan vivir más dignamente. Buscamos redes de comercio justo o a alguien interesado en comprarlo". De momento, su promoción de compañeros del Colegio del Pilar, la quinta conocida como Maripili 1971-1983, le ha dado la sorpresa en la fiesta organizada con motivo del 25º aniversario de recaudar 1.400 euros para cofinanciar un proyecto que ha estado apoyando con unos amigos cooperantes desde hace más de un año. Se trata del I Encuentro Cultural y Deportivo Multiétnico que tendrá lugar a finales de junio. "Salvador Gomar, de la Federación Española de Fútbol, subastó dos camisetas de la selección española y luego hicieron una colecta espontánea. Estoy muy agradecido", concluye este particular embajador de la solidaridad.

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