Emergencia alimentaria
Estamos en el mundo siete sentados a comer y resulta que a uno no le damos nada mientras que a los demás más bien nos sobra comida. Increíble pero es así. Nos hemos acostumbrado a no ver al que no come. Si le viéramos nadie se negaría a pasarle comida. Antes casi nadie se fijaba en los hambrientos, pero ahora llevamos ya unos cincuenta años descubriendo que tenemos uno a la mesa. Y diciendo la FAO que hay que alimentarle.
Más que acusarnos de bestias, prefiero animarnos a ser eficaces. Se acabó el no facilitar comida a 850 millones de personas. De hecho, si repartiéramos mejor no notaríamos ninguna disminución en nuestro plato. Parece tan fácil. Hay que ponerse a ello.
Directamente nadie se niega, pero, de hecho, algunos por ir a lo suyo consiguen que no les demos de comer. Habrá que declarar el Estado de Emergencia Alimenticio. Pasar a la acción, frenar a todos los obstaculizadores y suspender cualquier medida legislativa o reguladora que impida que les demos de comer. Hágase ya.
Comiendo todos podremos mejor declarar el también necesario Estado de Emergencia Climático.
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