Desinformación filosófica
Lejos quedan los tiempos en que los filósofos contribuían al avance y a la difusión de todo el conocimiento, desde la naturaleza a la reflexión ética. El desarrollo del conocimiento a lo largo de los siglos ha supuesto un grado de especialización que dificulta, hoy, al filósofo un conocimiento cabal de cuestiones técnicas o económicas. Si a esta dificultad se añade la falta de información solvente, nos encontramos con un ejercicio de desinformación como el artículo de Rubert de Ventós, Del oro negro al petróleo verde, del pasado domingo.
Junto a los tópicos como la revuelta de la tortilla mexicana, que muestra el desconocimiento del autor (el maíz blanco con que se confecciona no tiene nada que ver con el maíz amarillo, usado en la producción de bioetanol), figuran afirmaciones como "etanoles de la soja", cuando esta semilla no se utiliza para la producción de etanol.
Señala que el etanol a partir de la biomasa celulósica (etanol de segunda generación) se hará a partir de los bosques, cuando lo cierto es que se producirá a partir de desechos de cosechas y cultivos herbáceos que no compiten por el suelo, ni con los alimentos, ni con los bosques. Afirma que "sólo el 20% de su producción (el bioetanol) resulta ser energía realmente nueva". Otra carencia de información: el etanol utiliza mucha menos energía fósil que la que sustituye y, progresivamente, lo hace en menor medida.
Respecto a sus especulaciones sobre los países subdesarrollados, difiere diametralmente de la opinión del presidente de la Comisión para el Desarrollo del Parlamento Europeo; José Borrell señala que la nueva agroindustria de los biocombustibles constituirá una gran oportunidad para los países en vías de desarrollo.
Siempre, claro, que sus Gobiernos no la aborten para mantener el control de los mecanismos de poder y que los países desarrollados no mantengan su ilegítimo proteccionismo.
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