Obama promete unir a los demócratas
Los jefes del partido se pasan en masa a la candidatura del senador de Illinois - Clinton afirma que tras las primarias "comienza una nueva fase de la campaña"
Tanto ha sido el simbolismo de esta campaña, tanta y tan prolongada la tensión de cada día, que ahora, al llegar a la meta, con los dos candidatos exhaustos y media nación absorta ante el acontecimiento, cuesta medir su verdadero alcance y ponerle el adecuado broche final. Hasta el último segundo, Obama, que iba a pronunciar su discurso de victoria en el mismo escenario de Saint Paul (Minnesota) en el que el Partido Republicano celebrará en septiembre su Convención Nacional, dudaba sobre la manera más adecuada de proclamarse ganador en un espíritu de concordia y reconciliación partidaria. Clinton, que se ponía bajo los focos por última vez en su ciudad de Nueva York, marcaba las líneas de su futuro político ahora que su representación ha terminado.
El vencedor tiene que acreditar ahora que su propuesta está a la altura
La experiencia demuestra que la desunión partidista lleva al fracaso
Fue, como en las buenas películas, un final de infarto. Durante todo el día de ayer, las noticias sobre la suerte de la campaña se sucedían a ritmo vertiginoso. La agencia Associated Press anunció al mediodía que Clinton admitiría por la noche su derrota. El presidente de la campaña de la senadora, Terry McAuliffe, lo desmentía unos minutos después, pero con un lenguaje lo suficientemente alambicado como para dejar todas las opciones abiertas. Clinton podía aceptar el hecho incuestionable de que Obama cuenta con más delegados que ella, pero aun así mantener formalmente su candidatura sobre la mesa por si cualquier circunstancia inesperada pudiera todavía presentarse.
Las cadenas de televisión actualizaban al segundo la cifra de delegados que separaba a Obama de la nominación como en la emocionante cuenta atrás de un lanzamiento al espacio: 40, 39, 38... A las tres de la madrugada, antes de conocerse aún los resultados de Montana y Dakota del Sur, llegó a la cifra de la victoria. El goteo fue incontenible: uno por uno, los superdelegados (cargos electos y notables del Partido Demócrata) fueron pasándose al lado de Obama -algunos después de haber estado mucho tiempo con Clinton- con el reconocimiento que se da al nuevo César. Entre ellos, el ex presidente Jimmy Carter. Los pasillos del Capitolio fueron durante toda la jornada un hervidero de gestiones de parte de los congresistas demócratas más influyentes sobre cómo manejar esta situación.
Son momentos excitantes y difíciles para todos. Para Obama, que tiene ahora que demostrar que su propuesta a la nación está a la altura de la expectación despertada. Y para Clinton, que todavía está a tiempo de no echar por tierra el legado que ese apellido ha dado al país y la confianza depositada en ella por millones de mujeres. Clinton ha sido advertida por dirigentes demócratas de que extender la batalla sobre la base de una discutible victoria suya en número de votos podría resultar muy lesivo para la unidad del partido. "Éste es el comienzo de una nueva fase en esta campaña", es todo lo que, lacónicamente, ha dicho hasta ahora la ex primera dama.
El discurso de Obama anoche era, desde su nueva perspectiva, el más importante de esta carrera hasta la fecha y el primero de su duelo con el candidato republicano, John McCain. Clinton, por su parte, tenía que decidir si su intervención en Nueva York era el último zarpazo de una luchadora nata o el primer acto también de una vieja gloria demócrata, como Edward Kennedy.
Ambos tienen, además, la responsabilidad de unir al partido para la contienda electoral de noviembre. Por muy históricas que hayan sido estas primarias, poco se recordará de ellas si no sirven para llevar a un demócrata a la Casa Blanca. Y la experiencia demuestra que la desunión partidista es la mejor receta para el fracaso.
Con esa preocupación en la cabeza, Obama contó ayer que, el pasado domingo por la noche, llamó a Clinton para felicitarla por su victoria en Puerto Rico y para ofrecerle una reunión "donde y cuando ella decida" con el objetivo de unir fuerzas. "Ella y yo vamos a trabajar juntos en noviembre", dijo el senador, en una frase que no debe de interpretarse como una alusión a una candidatura conjunta, posibilidad que la ex primera dama parece estar contemplando.
Un candidato curtido
Hoy, en el momento solemne de echar el telón a este proceso de elecciones primarias, quedan en el escenario los ecos de trifulcas y acusaciones, quedan exageraciones dichas para dañar al adversario y auténticos patinazos que prueban que todos son mortales.
Queda el falso relato de Bosnia, el reverendo Jeremiah Wright, los trabajadores blancos de Pensilvania, las mujeres, el deseo de cambio de los jóvenes y todos esos episodios que han perjudicado tanto a los candidatos en estos meses. Queda, como consecuencia, una impresión de división en el Partido Demócrata que no será fácil de superar. Y queda, por último, un nominado a la presidencia de Estados Unidos mucho más expuesto que su contrincante republicano, John McCain.
Pero, a cambio de eso, queda también un candidato mucho más probado que McCain. Barack Obama ha mostrado en esta campaña algunos puntos vulnerables que no se le conocían cuando ésta arrancó en enero.
Pero también ha mostrado que cuenta con recursos para resolverlos. Esta larga campaña ha hecho de él un candidato más curtido, más solvente.
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