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Columna
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Tiempo de consultas

Al final van a ser dos, por el precio de una, las preguntas sobre las que el lehendakari quiere consultar a la ciudadanía vasca. Esta doble interrogación puede resultar un tanto sorprendente. Estamos acostumbrados a que se nos invite a introducir en la urna un o un no ante una única cuestión: Constitución, Estatuto, OTAN, Carta Magna europea,... Por primera vez, un plebiscito puede ganarse, perderse o empatarse (en una pregunta podría ganar el y en la otra el no), lo que, sin duda alguna, supone una interesante aportación a la casuística electoral.

Aprovechando que la pregunta no va a ser única, y que el Ibaizabal pasa por Bilbao, Ibarretxe podía animarse a incluir en la papeleta otras cuestiones que también preocupan a la ciudadanía para conocer el grado de apoyo con que cuentan determinados proyectos. Así, temas controvertidos como el Tren de Alta Velocidad, la política lingüística o la gratuidad de la A-8 tendrían también cabida en el impreso del 25 de octubre (en el hipotético caso de que la votación se lleve a cabo).

Resulta evidente que no todo en esta vida es susceptible de ser sometido a votación

La consulta podría tener variantes provinciales e incluso locales, algo así como las ediciones de un periódico. Los guipuzcoanos podrían por fin pronunciarse sobre la ubicación de la futura incineradora de basuras, los bilbaínos sobre el relleno del canal de Deusto y los riojano-alaveses sobre la construcción o no de campos de golf en la zona. No cabe duda de que cualquiera de estas iniciativas saldría enormemente reforzada si contase con un apoyo decidido del electorado.

El problema de este tipo de llamamientos a que los votantes expresen su opinión es dónde poner la frontera de lo preguntable. Vivimos en una época en que da la impresión de que continuamente se nos está demandando nuestro punto de vista sobre casi todo. El denominado "periodismo participativo" ha reforzado esta tendencia a solicitar ininterrumpidamente el parecer de la audiencia. En Internet, todas las noticias pueden ser comentadas y valoradas. Hay ciberencuestas sobre cualquier tema, en las que vemos la evolución de los resultados a medida que los usuarios votan. Numerosos programas de radio e incluso de televisión piden a los oyentes o espectadores que envíen sus comentarios mediante SMS o e-mail, los cuales se van leyendo directamente en antena.

Ahora bien, nadie sometería la decisión sobre un tratamiento médico a un sondeo de estas características. Nos quedaríamos aterrados si el piloto de nuestro avión quisiera que los pasajeros votásemos sobre la maniobra más adecuada para afrontar el aterrizaje. Es decir, resulta evidente que no todo en esta vida es susceptible de ser sometido a votación.

¿Quién y con qué criterio decide cuándo hay que preguntar a la ciudadanía y sobre qué cuestiones? Al pueblo vasco no se le preguntó ni sobre la construcción de la central nuclear de Lemoiz, primero, ni sobre su paralización, después. Tampoco sobre el trazado inicial de la autovía de Leizarán, ni sobre los cambios finales. No nos preguntaron sobre si estábamos dispuestos a asumir la inversión del Guggenheim. Se da por sentado que tampoco habrá consulta sobre la Y vasca o sobre el posible cambio de modelos lingüísticos en la enseñanza.

La duda ante la consulta del lehendakari es si ésta es reflejo de un simple oportunismo político, o si responde a un cambio de tendencia por parte del poder autonómico, que a partir de ahora consultará a la ciudadanía sobre las grandes cuestiones que le atañen antes de tomar las decisiones definitivas.

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