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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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El poder de los fondos soberanos emergentes

Los fondos soberanos copan en los últimos meses las portadas de prensa en los países miembros de la OCDE. El debate en torno a ellos se centra fundamentalmente en las directrices de sus políticas de inversión y su creciente peso en el sistema financiero global. Lo sorprendentemente es que su faceta como herramienta para el desarrollo no esté en absoluto presente en ninguna de estas polémicas.

La omisión es, cuando menos, llamativa, especialmente porque los fondos soberanos han surgido precisamente en países emergentes y en vías de desarrollo. Más allá de su espectacular boom, la noticia prometedora es que los fondos soberanos son (o tienen el potencial de ser) vehículos importantes en la financiación del desarrollo, no sólo en sus países de origen, sino también en otras regiones emergentes donde invierten, como es el caso de América Latina.

Los fondos soberanos son responsables del cambio de fuerzas en la economía global y financiera
Los países emergentes se están transformando en acreedores del mundo industrializado

En primer lugar, los fondos soberanos son responsables del importante cambio de poder que se está produciendo en la economía global y financiera. La polémica que los rodea, tanto por el temor a que sus inversiones estén guiadas por razones políticas como por su falta de transparencia, no eclipsa el hecho de que su espectacular desarrollo simboliza la profunda transformación que se está operando en la economía internacional: los países emergentes se están transformando en acreedores del mundo industrializado. Desde comienzos de la presente década, las economías emergentes presentan saldos de cuenta corriente positivos y exportan capital al resto del mundo, convirtiéndose en el motor más dinámico de la economía mundial. Cuando la OCDE fue creada hace cinco décadas, sus países miembros concentraban cerca del 75% del PIB mundial; ahora representa tan sólo el 55%.

La aparición de los fondos soberanos, por tanto, debe interpretarse a través de un prisma más amplio: por primera vez los países en desarrollo compiten de tú a tú con los gigantes de la OCDE. Los nuevos actores de las finanzas globales no tienen ya su sede únicamente en la City londinense o en Nueva York, sino también en enclaves más exóticos como Pekín, Singapur o Dubai. Y su tamaño no es nada desdeñable: los principales fondos soberanos de los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y China han alcanzado un tamaño equiparable al de los mayores gestores de activos y hedge funds globales. A finales de 2007, habían amasado conjuntamente más de 3,1 billones de dólares, según Morgan Stanley, un valor cercano al total de los valores negociados en el conjunto de África, Oriente Próximo y Europa del Este -cercano a los cuatro billones- o al de la suma de todos los mercados de valores de América Latina. Si su crecimiento continúa en la misma línea, Morgan Stanley calcula que el volumen global de los fondos soberanos podría alcanzar los 17 billones de dólares en la próxima década, un 5% de la riqueza financiera mundial.

En segundo lugar, y si cabe aún más impresionante, destaca que los fondos soberanos no solamente financien el desarrollo económico de sus países de origen, sino de muchos países ya desarrollados. Ha llamado particularmente la atención, por el ejemplo, la reciente labor de rescate por parte de algunos fondos soberanos de instituciones financieras occidentales con una sólida tradición que se han visto duramente golpeadas por la crisis de las hipotecas subprime.

Pero más allá de los titulares sensacionalistas, los fondos soberanos están haciendo una apuesta firme y decidida por los mercados emergentes, con importantes inversiones en América Latina y otras regiones en desarrollo. Tal es el caso de Temasek Holdings de Singapur, una institución veterana creada en 1974 que, con un porfolio de 160 billones de dólares, ostenta importantes participaciones en el banco indio ICICI y en Tata Teleservices. Asia (incluyendo Japón y excluyendo Singapur) representa ya el 40% del porfolio de Temasek, porcentaje superior al de las inversiones en su propio país (38%) y que duplica a las inversiones realizadas en el área OCDE (20%).

Esta apuesta por los mercados emergentes ya está generando ingresos. Por ejemplo, Kuwait Investment Authority (KIA), el fondo soberano kuwaití que cuenta con 215.000 millones de dólares, ha obtenido un jugoso beneficio de su participación de 750 millones en el Banco Industrial y Comercial de China. Otros fondos soberanos de Oriente Próximo, como el qatarí y el dubaití, están llevando a cabo importantes inversiones en su propia región y en el norte de África. Una de las principales inversiones blue chip de ADIA (Abhu Dabi Investment Authority) se ha producido en el Banco Egipcio de Inversiones EFG Hermes, con una participación del 8%. Investment Group también tiene participaciones en el norte de África en compañías como Tunisia Telecom (17,5%) y Dubai International Capital, pese a seguir concentrando un 70% de su cartera en Europa, invierte cada vez más en Asia y Oriente Próximo.

Es muy probable que el futuro traiga incluso más inversiones hacia las economías emergentes y en desarrollo, tirón del que podría beneficiarse Latinoamérica. KIA ya está recortando la proporción de su cartera invertida en Europa y en Estados Unidos por debajo del 70%, en comparación con el 90% inicial. ¿Por qué invertir en economías desarrolladas que crecen por debajo del 2% cuando las latinoamericanas lo hacen por encima del 5%?

Estamos, pues, ante buenas noticias para América Latina: los fondos soberanos inyectarán capital en las empresas locales y en proyectos de infraestructura. La consolidación de carteras de inversión que ofrezcan seguridad a largo plazo contribuirá también a reducir la volatilidad financiera en la región, ya que la inversión de los fondos soberanos está menos sometida a la demanda de rentabilidad inmediata y ganancias a corto plazo que caracterizan a los gestores de activos occidentales. La ironía estriba en que esta misma filosofía fue precisamente la que llevó a los fondos soberanos a invertir de forma mayoritaria en países de la OCDE, lejos de sus economías.

En el futuro, las estrategias de diversificación de carteras llevarán a los fondos soberanos a no buscar solamente una alta rentabilidad, sino también asignaciones menos ligadas a sus países de origen. Esto conllevará con toda probabilidad un interés creciente en regiones como Latinoamérica. Si los fondos soberanos deciden destinar un 10% de sus inversiones a otras economías emergentes en la próxima década, se podrían generar unos ingresos próximos a los 1,4 billones de dólares o, lo que es lo mismo, un monto anual superior al de toda la ayuda que los países de la OCDE destinan al desarrollo. Los países de América Latina harían bien en no perder este tren. -

Javier Santiso es director y economista jefe de Desarrollo del Centro de Desarrollo de la OCDE.

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