Hamilton Jordan, estratega electoral de Jimmy Carter
Preparó un minucioso plan para llegar a la Casa Blanca
El hombre que le abrió a Jimmy Carter las puertas de la Casa Blanca murió el pasado martes día 20 después de una larga lucha con el cáncer. Como Carter, Hamilton Jordan era un hombre criado en el sur, en el centro mismo de lo que se conoce como Cinturón de la Biblia, los Estados más fervientemente religiosos de Estados Unidos.
Nació en Carolina del Norte en 1944 pero en su niñez se mudó a Georgia, donde acabaría sus días. Hombre progresista en un bastión conservador, desde joven quiso servir a su patria en la Guerra de Vietnam, pero un problema con sus piernas le impidió alistarse en el ejército. Trabajó como voluntario durante diez meses, ayudando a los refugiados de guerra que llegaban a zona controlada por Estados Unidos desde los territorios enemigos.
Interesado en la política, decidió trabajar en 1970 en la campaña de Jimmy Carter para gobernador de Georgia, un puesto que ocupó entre los años 1971 y 1975. Ya en 1972, Jordan preparó un meticuloso plan para que Carter llegara, paso a paso, a la presidencia del país.
Hamilton Jordan fue el arquitecto de una táctica que se ha convertido en oro para los estrategas electorales: Comenzar a hacer campaña electoral de forma sutil años antes de las elecciones y centrarse sobre todo en los Estados que organizan sus primarias previamente al resto: Iowa y New Hampshire podrían servir para construir una sólida red de votos y apoyos.
Con los consejos de Jordan, Carter llegó a las elecciones con veinte puntos de ventaja sobre su contrincante, el presidente Gerald Ford, fuertemente tocado por su perdón al ex presidente Richard Nixon tras el escándalo del Hotel Watergate. El candidato demócrata ganó la presidencia en 1976 y recompensó al asesor con el puesto de jefe de gabinete. Como tal, Jordan tomó parte en la histórica negociación de paz de Camp David, tras la cual Egipto e Israel firmaron una paz duradera. Además, trabajó incansablemente en la crisis de los rehenes de Irán, durante la cual 52 diplomáticos estadounidenses fueron retenidos en Irán durante 444 días, tras la toma de poder de los ayatolás.
El ex presidente Carter reconoció esta semana a Jordan como uno de sus "más cercanos asesores políticos, un confidente honesto y un amigo". "Su juicio, su perspectiva y su sabiduría sólo eran superadas por su compasión y su amor por nuestro país", añadió. En los años 70, Carter vio en Jordan a un hombre adecuado para la época, "después del Watergate, de Vietnam. Vio que alguien llegado de fuera de Washington, que no estaba en el Congreso, que no había sido manchado por los pecados del pasado, podía entender a los americanos mejor que nadie", dijo Gerald Rafshoon, jefe de comunicación de Carter en sus años como presidente, a la agencia Associated Press.
Las estrategias de Hamilton Jordan, sin embargo, no le fueron de ayuda a Carter en su campaña de reelección. En 1980 perdió la presidencia frente al candidato republicano, Ronald Reagan, y su promesa de un "nuevo amanecer en América". La revolución conservadora había llegado a Estados Unidos. Jordan, sin trabajo, decidió presentarse a las primarias demócratas para ganar un puesto en el Senado. Perdió ante su compañero de filas Wyche Fowler.
La más cruenta batalla que tuvo que librar Hamilton Jordan fue la del cáncer, diagnosticado por primera vez hace 22 años y, al parecer, relacionado con haber respirado agente naranja en Vietnam. Primero sufrió un linfoma, luego melanoma y, por último, un cáncer de próstata.
"Era un estratega genial", dijo de él Gerald Rafshoon. "Pero no encontró la estrategia correcta para salir de su enfermedad".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.