_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pitorreo

La guasa repetitiva de Rodolfo Chikilicuatre nos representó en el Festival de Eurovisión, convertido desde hace algunos años en un escenario en el que los países participantes muestran simpatía, más o menos sincera, a sus vecinos geográficos. Es un concurso de tonadillas, por lo general pegadizas, en busca del éxito comercial. Pero lo contemplan millones de espectadores desde Kirkintilloch al puerto de Haifa, y desde Osetia del Norte al Pla de Lluch: una realidad más globalizada hoy en día, y un tanto trivial.

Es precisamente ese carácter intrascendente el que permite el pitorreo, la burla o la chanza, que no otra cosa viene a ser el chiki-chiki del estrafalario Rodolfo con el crusaíto que bailan en la cárcel y en la escuela, y que bailan la madre del cantante y su abuela. Claro que no acabamos de distinguir si el pitorreo del destartalado trovador que utiliza gafas sin lentes tiene a los ritmos calientes caribeños y sensuales -reggaeton y perreo incluidos- como destinatarios; o si la chanza se la dedica al mismo festival, o a quienes quemamos el tiempo de nuestro descanso esperando reír el resultado de la votación eurovisiva en el Principado de Andorra. Carece la cuestión de mayor importancia.

Porque la guasa y el pitorreo no son una exclusiva de Chikilicuatre. La bula jocosa está por doquier. Sin ir más lejos y sin dejar el escenario público, el munícipe encargado del Urbanismo en la enladrillada población de Oropesa indicó ese otro día que el gobierno de la Generalitat bailaba el crusaíto y el maiquelyason con los Ayuntamientos, gobernados por el PP, de Cabanes y Oropesa. Indicó el edil, también del PP, que la actuación de la Generalitat, de su mismo partido, actuaba con pitorreo en el asunto del proyecto del parque temático Mundo Ilusión y la macrourbanización proyectada en su entorno; o al revés, pues en esto de los proyectos ilusionantes o fantasiosos en torno al ladrillo se desconoce el orden de prioridades: lo mismo pueden ir precedidos del breikindance de intereses privados y no generales, que del robocop del gasto, a cargo del erario público, en estudios de viabilidad de fantasiosos proyectos; proyectos que no son viables en el ámbito económico, social o medioambiental: ninguna empresa privada se ha interesado por el reino fantástico de la magia de Mundo Ilusión. Y es que, a lo peor, el proyecto tiene para las empresas privadas menos interés que lirismo, ternura y musicalidad tiene la estrambótica balada con que Rodolfo Chikilicuatre nos representó en Belgrado. Tampoco tiene mayor importancia. Aunque ahí tienen ustedes, y tenemos todos, el crusaíto o aparente guasa y pitorreo cruzados entre miembros de una agrupación musical, el PP Castellón-Valencia, que suelen tocar casi siempre la misma melodía.

Era con todo el pitorreo del edil responsable del cemento de Oropesa un crusaíto doméstico: en las filas conservadoras privan los compases de esta provincia frente a la otra, y la satrapía del caudillo provincianista aún mira de soslayo a un gobierno autonómico valenciano que está en otra provincia. Pero otros crusaítos, con tener su chanza, son mucho más preocupantes y los bailan por donde Rajoy y Aguirre, Gallardón y Mayor Oreja, Camps y Ripoll. Es un chiki-chiki de velatorio y muertos que se ponen a bailar como en la eurovisiva canción de Rodolfo Chikilicuatre. Es la chanza y el pitorreo de una derecha desunida donde Fabra es de Fabra y su condado, y el lucero del alba del firmamento: no es la derecha centrada, sensata, moderna y unida que se necesita en la oposición y en el gobierno; el necesario y posible partido conservador que no tenemos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_