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Activistas de Greenpeace 'toman' una empresa de armamento

La ONG pide que Expal no fabrique bombas de racimo

F. Javier Barroso

La mañana de ayer resultó especialmente movida para un grupo de voluntarios de la organización ecologista Greenpeace y para los empleados de la empresa armamentística Explosivos Alaveses (Expal). Unos 40 activistas irrumpieron en las oficinas que este fabricante de armamento tiene en el Campo de las Naciones. El motivo era exigir a la firma que deje de fabricar bombas de racimo, así llamadas porque al alcanzar determinada altura se abren en bombas más pequeñas que causan graves mutilaciones en las personas.

Los voluntarios desplegaron en la fachada la imagen de un niño mutilado

La acción de Greenpeace estaba perfectamente planificada. Pasadas las nueve de la mañana, los activistas se dividieron en tres grupos. El primero subió a la azotea del edificio (que aloja oficinas de distintas empresas) y desplegó una enorme pancarta en la que se veía a un niño mutilado y se leía el mensaje "Expal vende bombas de racimo que mutilan". El segundo grupo se quedó en el vestíbulo del edificio, en la avenida del Partenón, número 16, frente a Ifema. Allí los activistas desplegaron sobre el suelo siluetas de cartulina negra que representaban a seres humanos con amputaciones de brazos y piernas por las bombas.

El tercer grupo de activistas subió a la quinta planta, donde está la sede de Expal. Allí intentaron hablar con responsables de la compañía para entregarles un vídeo con el testimonio de un niño camboyano que sufrió la amputación de las dos piernas. También iban a entregar una réplica de las prótesis que se ve obligado a utilizar. Pero no fue posible. "Hemos enviado multitud de cartas y hemos hecho centenares de llamadas a la empresa y nunca nos han respondido", explicó la responsable de Armamento en Greenpeace, Mabel González. "Se han vivido momentos de mucha tensión", añadió.

Los trabajadores de Expal y los responsables de seguridad del edificio avisaron a la policía poco antes de las doce de la mañana. Los primeros agentes recibieron el refuerzo de los antidisturbios. Los guardias obligaron a los activistas a abandonar el edificio tras negociar durante media hora una salida pacífica. Los primeros en hacerlo fueron los que estaban en las oficinas de Expal. Les siguieron los del vestíbulo. Por último, bajaron los que estaban colgados de la azotea. No hubo detenciones, pero se tomó la filiación de los ocupantes por si la compañía quiere denunciarles, según fuentes de la Jefatura Superior de Policía.

Explosivos Alaveses (filial del grupo Maxam, dedicado a armamento) se limitó a difundir un comunicado en el que asegura que no fabrica bombas de racimo y que sus productos cumplen "estrictamente" las instrucciones del Ministerio de Defensa. Sin embargo, consta que la compañía fabricaba ese tipo de armamento, destinado a la aviación, hace apenas una década. Ahora cuenta con capacidad y tecnología para fabricar este tipo de armamento que hoy día sólo se fabrica por encargo.

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La acción de Greenpeace se enmarca dentro de las protestas que la ONG está llevando a cabo con motivo de la conferencia que se desarrolla en Dublín, en la que se deberá regular el uso de las bombas de racimo.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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