Unas horas de libertad en el 68
Raimon vuelve a cantar en la Complutense, el escenario de su mítico recital
"Per unes quantes hores ens vàrem sentir lliures i qui ha sentit la llibertat té més forces per viure". Estos versos de Raimon sonaron ayer en el anfiteatro de la Facultad de Medicina de Madrid 40 años después de que 6.000 estudiantes los corearan y los hicieran suyos.
No fue necesario pedir permiso a la autoridad competente para que Raimon cantara en Madrid, como entonces. Ni su recital tuvo el impacto político que el que realizó, en el mismo centro universitario hace cuatro decenios. En aquella ocasión, un 18 de mayo de 1968, la actuación del músico setabense, con su guitarra y su voz como únicas armas, fue en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y provocó un terremoto en la vida política y social de la España franquista. Un pequeño mayo del 68 que no tuvo a Cohn-Bendit como ideólogo, sino a un cantante de 27 años que cantó ante un auditorio enfervorizado, que coreaban sus letras en catalán y acabó, casi como mandaba la tradición de la época, corriendo delante de los grises. Pero aquellas carreras tenían un halo de esperanza: quienes esquivaban las balas de goma y evitaban ser golpeados por las porras venían de ser libres por unas horas.
Anoche, la entrada al recinto donde Raimon cantaba evocaba, aunque fuera vagamente, aquel espíritu reivindicativo. 40 estudiantes de la Facultad de Ciencias desplegaron una pancarta con la leyenda "Bolònia: Diguem no". En catalán, algo tan insólito ahora en Madrid como hace cuatro decenios. Ya dentro, la emoción y la nostalgia acompañaron una actuación esperada en Madrid, que colmó el recinto y sus aledaños. A medida que Raimon, con su perenne aspecto de viajante maduro de corazón adolescente, desgranaba sus mejores canciones, chispazos de gozo o punzadas de pena honda recorrían el ánimo de los asistentes, en muchos de cuyos ojos no era difícil descubrir el destello de las lágrimas que, en ocasiones, se ocultaban a la vista, pero abrasaban en secreto centenares de gargantas.
Era muy difícil, en la noche primaveral de ayer, olvidar el impacto que causó Raimon en Madrid hace 40 años, cuando su música y su palabra estremecieron la columna vertebral del estudiantado, recién vertebrado entonces en un movimiento que, junto al de la clase obrera, tanto contribuyó a hostigar a aquel régimen despótico que ensombreció España entre 1939 y 1975. Resultaba también imposible no recordar, desde los serenos poemas de Raimon, a todos aquellos que lucharon contra el franquismo, aquellos que perdieron la vida o la vieron quebrada por la tortura, la cárcel, o el exilio: los obreros de Vitoria, los abogados laboralistas de Atocha, los estudiantes Enrique Ruano, Mariluz Nájera o Arturo Ruiz, el dirigente comunista Julián Grimau y tantos otros cuyo recuerdo anoche parecía haber asistido igualmente al recital e impregnar a los asistentes con el aura de su ejemplo.
Hubo también espacio para la alegría, el encuentro y la humorada, tras tantos años de separación por el fluir de la vida, entre muchos de los que también entonces estuvieron en el concierto. Los comentarios sobre el pasado y el presente se sucedían durante las pausas. "Se están comiendo a los caníbales", ironizaba un economista veterano, hoy vinculado a una ONG, sobre la reciente crisis del Partido Popular.
Allí también estaban un ministro y tres ministras, varios secretarios de Estado, y decenas de personas, testigos también de aquel recital de hace 40 años. Y el rector de la Complutense, Carlos Berzosa, dedicó a José Luis Sampedro un emotivo saludo y recordó al estudiante Arturo Mora, fallecido en 1978, como mentor de aquel maravilloso hito en la historia política y musical de Madrid.
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