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San Gil dimite como líder del PP vasco

Comunica a Rajoy en una reunión que no quiere sumarse al nuevo rumbo y abandona sus cargos - El entorno del líder sostiene que éste hizo todo lo posible, y el de ella, que no se esforzó nada

Carlos E. Cué

Mariano Rajoy sólo tuvo un día de respiro. Después de la durísima intervención de José María Aznar del lunes, en la que reivindicó un PP "sin complejos", ayer el líder de la oposición sufrió un incendio mucho mayor. Se reunió por la mañana con María San Gil, la líder en el País Vasco, y no logró convencerla para que recupere la confianza en él. Por la tarde, fuentes del PP vasco trasladaron la idea de que su jefa ha decidido definitivamente no presentarse a la reelección en el congreso convocado para julio y que ni siquiera acudirá a más plenos en el Parlamento autónomo. A última hora de la noche, su entorno confirmó oficialmente la dimisión de la presidenta del PP vasco, que no quiere sumarse al "nuevo rumbo" instaurado en su opinión por Rajoy. Los 40 días que había dado a su jefe se quedaron así en siete.

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La dirección nacional, sin embargo, no quiso dar por definitiva esta ruptura. La rocambolesca situación se tradujo en que Rajoy se pasó toda la tarde huyendo de los periodistas -llegó a realizar quiebros de cadera extraños para no cruzárselos en los pasillos- y se encerró durante horas en su despacho confiando en que los cámaras agotaran su paciencia y no tomaran imágenes ni declaraciones suyas a la salida. De hecho, durante toda la tarde, oficialmente el PP ni siquiera quería confirmar la existencia de una reunión que todos los dirigentes conocían a esa hora.

Gabinete de crisis

El secretismo, sin embargo, fracasó de nuevo y la noticia le explotó al líder en las manos. Rajoy montó un pequeño gabinete de crisis con Alfonso Alonso, líder del PP alavés; Soraya Sáenz de Santamaría, portavoz parlamentaria; José Luis Ayllón, número dos del grupo, y Carmen Martínez Castro, jefa de prensa del PP. Pero no lograron nada.

El desconcierto en la dirección nacional era total. La reunión, según fuentes de Génova, fue tensa de fondo aunque cordial de formas y San Gil se mantuvo en sus posiciones. De hecho, llegó a reprochar al líder algo que su entorno ha trasladado estos días: se siente atacada por las personas de confianza del jefe de la oposición.

Ella se ha tomado de forma muy negativa el resultado de la votación del lunes, cuando presentó ante la Junta Directiva su propuesta para adelantar el congreso de los populares vascos a julio, antes de las elecciones. Obtuvo sólo 28 votos a favor frente a 32 abstenciones y uno en contra. San Gil y los suyos creen que esas 32 abstenciones son una desautorización indirecta y que la dirección nacional podía haber hecho un esfuerzo mayor por lograr que fueran votos positivos.

La reunión fue mal, y no se logró ningún avance, pero según fuentes de la dirección nacional, no había quedado nada claro que ella hubiera decidido definitivamente no presentarse al congreso ni acudir a la Cámara vasca. Por eso el presidente nacional PP confiaba en una solución.

Como sucede casi siempre en las reuniones con el hermético jefe de la oposición, la versión de la otra parte difería mucho de la que él mismo tenía. En el entorno de San Gil insistían en que Rajoy no había hecho grandes esfuerzos por convencerla, y como prueba ofrecieron la duración: 45 minutos en un hotel madrileño, para huir de las cámaras que esperaban en la calle de Génova.

La situación se fue complicando a medida que aparecían noticias sobre la reunión. El líder, según fuentes de la dirección, volvió a llamar por la tarde a la dirigente vasca para tratar de sondear si era cierta su intención de dimitir. Ella le confirmó que ésa es su idea porque sigue sin confiar en él y no le gusta la nueva línea que está dando al partido.

De hecho, el martes, en un discurso ante universitarios, el jefe del PP dio argumentos al ala dura al señalar que él quiere un partido "capaz de dialogar también con los que no están de acuerdo", en clara referencia a los nacionalistas, anatema para San Gil, y además apostó por Alberto Ruiz-Gallardón, un dirigente moderado, para su equipo.

Casi a las diez de la noche, el líder se rindió y decidió disolver el gabinete de crisis y marcharse a su casa. Antes de irse, se topó en la puerta con los periodistas, que llevaban horas esperando unas palabras, y casi asumió que la decisión es definitiva. "Les voy a decir algo porque llevan ustedes mucho tiempo esperando. Miren, yo he apoyado siempre a María San Gil, y tome la decisión que tome, la seguiré apoyando".

Su cara era de desolación. Su equipo insiste en que ha hecho todo lo posible por convencerla. Sin embargo, varios diputados del sector crítico con Rajoy sostenían ayer en privado que el entorno del líder ha hecho grandes esfuerzos para desacreditar a San Gil e incluso no descartan que haya una operación para sustituirla porque su línea no coincide con los nuevos tiempos. Entre los posibles sustitutos están el propio Alonso y Antonio Basagoiti, líder del PP de Vizcaya.

Si todo obedeciera a un plan, su propia estrategia estaría generando un enorme problema. Con esta dimisión, que llega en su peor crisis de liderazgo, el líder se enfrenta a una ruptura con la heroína del PP, tal vez la dirigente más querida en las bases por su resistencia contra ETA -es una de las personas más amenazadas de España-.

La crisis podría cobrar aún mayor relevancia si se cumple el peor augurio que expresaban algunos diputados en los corrillos del Congreso. San Gil es amiga de Rosa Díez, la ex dirigente socialista. Si ella lograra convencerla para que se sume a su partido, el PP podría sufrir una importante sangría de votos en las elecciones europeas, por ejemplo, especialmente en el ala derecha, que castigaría así la nueva línea del partido, más moderada.

María San Gil y Mariano Rajoy acuden a la capilla ardiente del guardia Juan Manuel Piñuel el pasado día 14.
María San Gil y Mariano Rajoy acuden a la capilla ardiente del guardia Juan Manuel Piñuel el pasado día 14.SANTOS CIRILO

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