"Me lo debía"
Después de coronar 21 montañas de más de 8.000 metros, nadie obligaba a Juanito Oiarzabal a emprender una nueva escalada. "No tenía nada que demostrar a nadie. Pero me lo debía. Todo va en la persona, en la propia ambición y la propia ilusión. Cada uno sabe hasta dónde puede llegar y la capacidad de sufrimiento y sacrificio", afrima. Y más cuando aquella subida -y bajada- del K2 (8.611 metros) le dejó un mal recuerdo: la congelación y amputación de los 10 dedos de los pies. Un sinsabor que acaba de quitarse con su 22º ochomil, el Makalu (8.463 metros). Es el hombre que más veces ha pasado la mítica altura.
"He subido como en mis mejores tiempos, aunque al faltarme los dedos me faltaba estabilidad, era más difícil. Me preparé muchísimo, no sólo físicamente, sino también mentalmente", dice orgulloso.
"En 2006 lo intenté otra vez, y tuve que dar la vuelta porque se me abrieron los muñones. El año pasado estuve en el Himalaya con Edurne Pasaban, pero el tiempo nos impidió la escalada. Ahora ya lo he hecho", cuenta, como muestra de su afán de superación.
¿Por qué lo hizo? "Si piensas que eres capaz de subir a una montaña faltándote los 10 dedos de los pies, debes hacerlo. Sabía que no iba a ser el mismo, claro", insiste. No necesita dar más explicaciones. Oiarzabal -Juanito para los aficionados- tiene ya 52 años, y cree que ese espíritu que le ha hecho volver a enfrentarse a un ochomil ya no es frecuente en los jóvenes. No le duelen prendas en reconocer que hay excepciones, como la de Jorge Lorenzo, y su podio en LeMans conduciendo la moto con los tobillos rotos. "Le he visto en la televisión. Ahí es donde está la capacidad de superación, en la mente de ese chico", afirma. Se nota que disfrutó del espectáculo de la superación que ofreció el piloto.
Oiarzabal planea retirarse. "Volver a mi trabajo de guía de montaña". Cuesta creerlo.
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