"Corremos el peligro de tener una globalización poco civilizada"
"Cuando entré en este despacho, hace 51 años, la gente decía: '¡Qué horror!, en el bufete Garrigues hay 12 abogados'. Hoy somos casi 2.000 profesionales. Es el despacho más grande de Europa Continental". Ésta es la transformación que ha pilotado Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934), presidente del despacho que lleva su apellido.
Este jurista, empresario y político fracasado (sufrió una grave derrota con el Partido Liberal en 1986) cuenta la historia del bufete como una imitación del modelo de EE UU que conoció bien porque su madre era norteamericana. De ahí llegó la especialización y la internacionalización. Sus colegas reconocen que ha sido "clave en la modernización de la abogacía en España". Antonio Garrigues recibió hace una semana el premio Lifetime Achievement de Chambers Europe, considerado como el oscar a la carrera profesional. En este repaso de su vida profesional cuenta cómo prepara el despacho para hacerlo global; se arrepiente de no haber introducido antes más tecnología y cree que el fiasco de su unión con Andersen (1997-2002) fue básico para modernizar el despacho. Además, este miembro de la Trilateral y presidente de honor de ACNUR, acusa a los países poderosos de boicotear las instituciones supranacionales para no estar controlados. "Corremos el peligro de que la globalización sea poco civilizada", advierte.
"Queremos estar entre las cinco grandes firmas globales europeas"
"Tardamos demasiado en introducir la tecnología necesaria para la firma"
"El déficit democrático con el que avanza la globalización es cada vez mayor"
"El atasco judicial hay que solucionarlo en semanas, no en meses"
Pregunta. Con todos los cambios que ha vivido su firma en el pasado, ¿cuál es su objetivo de futuro?
Respuesta. Queremos ser una firma global y competir con el mundo anglosajón. Estaremos por detrás de los británicos y americanos, pero hay que dar un salto a Asia, profundizar en América Latina, seguir en Casablanca... Garrigues dependerá del peso de España en la economía internacional porque nuestro crecimiento va unido al de las empresas españolas en el mundo.
P. ¿Por qué tiene que ser global?
R. Porque se establecen mecanismos para que continúa la firma en el futuro. Hasta ahora, cuando se muere el fundador, la firma o la empresa muere o se desvanece. Hemos visto lo que ha pasado con Rodrigo Uría, cuya firma sigue después de su fallecimiento. Y cuando yo me vaya, mi despacho seguirá igual o incluso, como yo comentaba con Uría, mejor. Yo ya soy un presidente objeto que se me exhibe y se me manipula, pero me dejo sin problema.
P. ¿Cuántas firmas globales habrá en el futuro?
R. Creo que no más de treinta. De ellas unas 25 serán anglosajonas. El resto europeas, con una japonesa asiática quizá. Garrigues será una de esas cinco europeas. Nuestra alianza Affinitas con los grandes despachos de América Latina nos ha dado una gran relevancia.
P. ¿Siempre quiso internacionalizar su firma?
R. Mucha gente me dice, "¡qué mérito la internacionalización!". No digo que no tengamos mérito, pero la vocación viene de las circunstancias, como dice mi admirado Ortega. Este despacho es la continuación de lo que mi padre, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, y mi tío Joaquín establecieron en 1941. El hecho de que mi madre Helen Walker fuera norteamericana hizo que tuviera un gran interés por Estados Unidos. Cuando empiezo a ejercer, voy a EE UU, recibo a clientes y colegas americanos y aprendo los principios de la abogacía anglosajona, que es la más avanzada del mundo. La idea es imitar ese modelo. Hace 50 años, los americanos ya tenían 250 abogados con departamentos de laboral, fiscal, mercantil. En España todos éramos generalistas. Los clientes americanos nos pedían un especialista y les decía, "es que yo sé de todo", y me miraban mal. No hace falta ser listo, con no ser muy tonto es suficiente para darte cuenta de por dónde iban a ir las cosas. España ahora tiene un equilibrio de firmas grandes, medianas y pequeñas más armónico que el de muchos países de Europa Continental.
P. ¿Cuál es el futuro de los despachos pequeños y medianos?
R. Ser un bufete global no es el único camino. Hay hueco para pequeños y medianos siempre que definan bien su negocio. He conocido despachos pequeños, muy especializados, con un excelente futuro. Por ejemplo, los que sólo se dedican a la contaminación por petróleo o la reestructuración de entidades financieras.
P. ¿Por qué tuvo problemas con su primer despacho fuera, el de Nueva York, en 1973?
R. El Colegio de Abogados de Nueva York me dijo que no estaba autorizado el establecimiento de firmas extranjeras, pero ellos sí estaban en Europa. Alegué el derecho de reciprocidad. Me dijeron que tuviera cuidado con medidas penales, pero abrí la oficina y nunca pasó nada.
P. ¿Qué errores ha cometido?
R. (Garrigues se queda pensativo y suelto de golpe su respuesta como si confesara un pecado). Tardamos demasiado en tener la capacidad tecnológica que requiere una firma como ésta. Hoy no se puede ser competitivo y dar un servicio de calidad sin una fuerte inversión en tecnología. España está a la cola de Europa en innovación y se percibe en muchas áreas económicas. Cada dos o tres años hay que revisar los procesos tecnológicos para mejorar.
No soy de la cultura del iPod, pero hoy si no perteneces a la tecnología digital, no existes. Mis nietos me acaban de explicar las ventajas del iPod y me he quedado fascinado. España si no mejora en innovación y tecnología saldrá de la primera división de los países.
P. En 1997 constituye Garrigues & Andersen. En 2002 llegó el fracaso por la crisis de la auditora. ¿Este paso fue un error?
R. En absoluto, aunque es verdad que fue una sorpresa. Nos generó problemas con los clientes y perdimos algunos contratos, pero nunca integramos la auditoría sino Andersen Legal. Como estamos bien organizados, pudimos salir adelante pronto. En EE UU mucha gente se cuestiona cómo el Gobierno de Bush se atrevió a liquidar una cultura como la de Andersen, con 85.000 profesionales.
P. ¿Qué fue lo mejor de la alianza con Andersen?
R. Estamos orgullosos de aquello porque la cultura de Andersen nos provocó una transformación interna y abrió la visión de los profesionales.
P. Sin embargo, algunos competidores creen que Andersen les convirtió en una especie de consultor fiscal impropia de su firma...
R. Respeto esa opinión, pero no la comparto. Andersen nos dio una fuerza fiscal que ahora es uno de nuestros pilares. Creo que todos los grandes despachos deben tener un área fiscal muy fuerte si quieren sobrevivir, incluso como consultoría. En poco tiempo el derecho deportivo o la industria cultural o de ocio darán más dinero que otros muchos departamentos.
P. Cuando recibió el premio de Chambers criticó duramente la globalización...
R. Sí, aunque como no hay posible vuelta atrás hay que positivizarla. Sin embargo, creo que los déficits democráticos y jurídicos con los que está avanzando son cada vez mayores. En el estamento jurídico no estamos a la altura de los tiempos. Que una situación como Guantánamo no haya generado una resistencia creciente de la abogacía de EE UU no se puede entender. Ha habido un abandono de responsabilidades morales. La insensibilidad de tragedias como la de Myanmar, que con 100.000 muertos no ha sido ni primera página en algunos periódicos.
Estamos haciendo una globalización en la que o todos los estamentos, los medios de comunicación, los políticos, los judiciales, los deportivos, asumimos las obligaciones o haremos una globalización poco civilizada y será por nuestra culpa. No estamos a la altura de los tiempos.
P. ¿No es una utopía pedir instituciones globales y derecho global, como reclama usted?
R. No. Lo que ocurre es que los países poderosos, no sólo Estados Unidos, no quieren que existan instituciones globales para no ser condenados por abusos. Pero no habrá globalización auténtica sin instituciones globales. Tiene que haber derechos y obligaciones a nivel global. Está el Banco Mundial, la FAO, el Fondo Monetario Internacional, pero no tienen poder. Sólo son referencias morales. Desde la cátedra de Derecho Global de la Universidad de Navarra lanzaremos una campaña mundial de defensa de estas instituciones. No puede ser que al Tribunal Penal Internacional no le apoye nadie.
P. ¿Las multinacionales, con su enorme poder, frenan o aceleran este proceso?
R. Durante mucho tiempo han tenido una actuación negativa, pero los niveles éticos están mejorando gracias a la responsabilidad social corporativa. Las multinaciones españolas han hecho una maravillosa labor en América Latina en favor de la honestidad fiscal, luchando contra la corrupción. Seguro que pueden hacer más. Lo digo de verdad porque a mi edad no tiene sentido dedicarse al elogio falso. Desde hace 30 años hasta ahora se ha mejorado mucho por razones pragmáticas.
P. ¿Qué es la Trilateral, ese lobby siempre tan misterioso?
R. Es un foro de debate internacional fundado por David Rockefeller. Se ha dicho que es de la masonería, pero no hay nada de eso. Antes sólo estaba Estados Unidos, Europa y Japón. Ahora se ha invitado a Canadá, México, China, India y Europa del Este. Debatimos sobre temas globales como la inmigración, las crisis y quiénes son sus responsables porque alguien debería asumir la culpa de la actual. En Estados Unidos hay mucho pesimismo porque ha coincidido la crisis política con la económica. Espero que el Gobierno español tenga buena relación con la nueva Administración de EE UU.
P. ¿Con esta visión crítica de la globalización se siente en minoría en la Trilateral?
R. Algunas veces sí, pero con muchos miembros se puede llegar a acuerdos. El mundo rico se está dando cuenta, por su propio interés, que si los demás países son cada vez más pobres no tiene futuro.
P. ¿Por qué no es partidario del boicot a los Juegos Olímpicos de China?
R. Creo que la transición democrática en China es irreversible. Empieza a haber una alta autocrítica en China. La forma de ayudar es acudir a los Juegos Olímpicos y más porque está por medio el mundo del deporte, que tiene unos valores propios. Los Juegos pueden ser un factor acelerador para la transición.
P. Respecto a la situación en España, usted predijo hace un año que la caída inmobiliaria sería suave, pero la crisis se acelera por semanas...
R. La crisis en España va a ser de menor duración y profundidad de lo que la gente piensa. Este ciclo sanará al sector del ladrillo y seguirá siendo un motor económico. Ha habido operaciones irresponsables y necesita ordenarse. Con todo, prefiero nuestra situación a la Francia o Italia, aunque Alemania está mejor gracias a un acuerdo político impensable en España. Pero el mundo sigue teniendo ansias de crecimiento. En 12 años no hemos parado de crecer, y se ha generado una euforia irracional.
P. ¿El Gobierno tiene un equipo económico capaz para sacarnos de esta situación?
R. Sin duda. Y también creo que el PP podría hacerlo porque las recetas son similares.
P. Como especialista, ¿cuáles son sus recetas para salir del atasco de la justicia?
R. Por algunas razones, incluía la resistencia corporativa, hay un retraso tecnológico profundo. Hoy lo jurídico en España no tiene nada que ver con 20 años atrás porque la litigiosidad ha crecido en paralelo al crecimiento económico. La solución a este problema pasa por un acuerdo PSOE-PP, pero no confío en que lo logren. El plazo límite no es de meses, sino de semanas. Sería inmoral no llegar a un acuerdo porque el interés colectivo supera al partidista.
P. ¿Qué pueden hacer los grandes despachos como el suyo en este tema?
R. Las firmas podríamos aportar entre 1.500 o 2.000 abogados para colaborar codo con codo con el estamento judicial en la agilización y la tramitación de los asuntos pendientes. Podrían trabajar unas cuatro horas los próximos seis meses a cargo de los fondos de solidaridad de los Colegios de Abogados, de fundaciones o por trabajo voluntario.
P. ¿No se arrepiente de su fracaso político con el Partido Demócrata Liberal en 1986?
R. La verdad es que no, aunque lo peor es que no tuve excusas. Tenía el dinero, elegí el momento... y fracasé. No se puede decir que el pueblo no nos entendiera. Es que lo hicimos mal.
P. ¿Repetiría?
R. Siempre lo rechazo cuando me lo proponen. Es muy difícil penetrar entre el bipartidismo español. Nuestro modelo eran los liberales de Alemania, Reino Unido o EE UU... Pero creo que le vendría muy bien a España un centro liberal.
P. ¿Cómo ve la crisis del PP?
R. Es sano que pasen por este proceso, pero es una aventura peligrosa. -
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