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Columna
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Soberanía cultural

Prosperan los apóstoles de la soberanía alimentaria, que predican la independencia digestiva del paisito, aunque a lo mejor tan altos objetivos no descuidan objetivos más privados, de índole empresarial. Los empresarios siempre buscan el monopolio, o el proteccionista favor del amigo gobernante. Me pregunto si los escritores no podrían hacer lo mismo. Si la soberanía alimentaria es importante, ¿qué decir de la soberanía cultural? Aquí va una propuesta.

Proteccionismo literario. ¿Qué es eso de leer libros de Dan Brown y Ruiz Zafón? Miserias del neoliberalismo. Se propugna la soberanía literaria: que los lectores vascos sólo lean libros de autores vascos. Es necesaria una férrea política arancelaria que prohíba el acceso a nuestro mercado de los libros que fabrican las trasnacionales (antes multinacionales). Se debe impedir que la gente lea lo que prefiera. Si no llega al mercado cualquier lechuga, ¿por qué va a llegar cualquier novela?

Los empresarios siempre buscan el monopolio. Me pregunto si los escritores no podrían hacer lo mismo

Label de calidad. Los libros vascos de autores vascos contarán con una certificación que demuestre que han sido elaborados con plenas garantías de sostenibilidad cultural, respeto al medio ambiente político y ausencia de temática y elaboraciones foráneas. Para conseguir este certificado, todo autor será sometido a rigurosos controles en el proceso de gestación de su producto. Nada de transgénicos mentales.

Sostenibilidad. Los escritores vascos se adaptarán a un ritmo de producción sostenible. Nadie escribirá más de un libro cada tres años. Tampoco nadie escribirá más de un artículo cada semana. Habrá jornadas de descanso obligatorio. Se acabará con esos hábitos bohemios de escribir de madrugada: los escritores vascos escribirán en jornada laboral. El que quiera liberalizar horarios se la carga.

Seguros sociales. De todo lo que cobre el autor vasco, ya sea mediante libros, artículos o conferencias, un 40% irá al fondo solidario. La solidaridad será obligatoria. El que se pregunte qué demonios quiere decir solidaridad obligatoria recibirá la visita informativa del sindicato literario.

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Subvenciones a la producción. Habida cuenta la escasa productividad del libro vasco (ríanse del atún o las cebollas), los escritores vascos recibirán copiosas subvenciones para la fabricación de sus productos en condiciones dignas. La cuantía de las ayudas anuales deberán ser negociadas por el Gobierno con el sindicato literario, que, si no ve satisfechas sus demandas, lanzará a los afiliados a la calle. Caso de que en algún género se aprecie sobreoferta, habrá que reducir las cuotas de producción. Así, los escritores vascos podrán ser subvencionados para que restrinjan su actividad. Cobrarán por escribir menos y evitar así la bajada del precio de sus productos.

Sindicación. El sindicato de escritores vascos mantendrá cuotas insignificantes, ya que el poder público financiará su funcionamiento con dinero de los contribuyentes. También contará con escritores liberados, que no escribirán absolutamente nada, pero que dirigirán la negociación colectiva y planificarán las cuotas de producción, por géneros, idiomas y territorios. Los liberados también conocerán países lejanos, en viajes de índole solidaria. Por supuesto, para escribir un prospecto de farmacia habrá que estar colegiado.

Inmigración. Con el dinero de los contribuyentes se proporcionarán ayudas sociales a los escritores inmigrantes. Y para que no trabajen por debajo de las tarifas aprobadas, no escribirán nada en absoluto. Que además, gracias a esta política, no hagan la competencia a los nativos será tan sólo un efecto accidental.

¡Soberanía cultural! Se avecina un futuro esplendoroso.

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