530 palabras acerca de 'Los olvidados'
Mañana, por 9,95 euros, con EL PAÍS, un DVD y un libro de Buñuel
Luis Buñuel rodó Los olvidados en 21 días. La mitad de lo que he tardado yo en rodar las mías. La montó en cuatro jornadas porque, para no gastar material, sólo rodaba los planos que sabía que iba a usar. Sin alternativas. Él sabía ser conciso y planificar con precisión. Sabía pintar con la imaginación, que es la forma más difícil de pintar. Calcular en tu cabeza el efecto que tendrá aquello una vez ejecutado y pegado. Pura especulación. Hay que saber mucho del poder de las imágenes para atinar todas las veces. Y él atinaba. Tenía poca munición, pero gran puntería. Todas sus ideas-bala se te alojan en la cabeza y en el corazón. Sólo dispongo de 530 palabras para hablar de él. No bastarán. Mis ideas no son ideas-bala. Buñuel es brillante, pero para los que hacemos cine lo es además porque con lo que le daban, hacía películas extraordinarias. Aceptaba los encargos, las imposiciones sin pensárselo dos veces. Necesitaba el trabajo. Cuando llegó a México tras una penosa y poco fructífera estancia en Estados Unidos, todavía su madre tenía que mandarle dinero desde España. A un hombre de más de 40 años. Tenía mujer y niños pequeños a los que mantener. Hace algunas temporadas hubo una exposición en el Reina Sofía sobre él. Me llamaron la atención las cartas entre Buñuel y su madre. El afecto. El agradecimiento constante por el apoyo prestado. Es importante la obra de un artista, pero también es importante conocer su dieta, las condiciones en que trabajaba. Por escribir con Alcoriza y dirigir Los olvidados cobró 2.000 dólares. No era mucho dinero ni siquiera entonces. Todos estos datos los sacó de sus memorias, escritas con Jean-Claude Carrière. Mi último suspiro. Uno de los libros más emocionantes que he leído. También estuve en Calanda, para conocer a Carrière en el Centro Buñuel. Y me he paseado con mi bebé por sus calles solitarias. Imaginando a Buñuel niño. A Buñuel veraneante. Comprendiéndolo.
Los olvidados fue polémica. Para muchos mexicanos deshonraba a su país. Fue un fracaso en la taquilla. A los compañeros surrealistas de don Luis les gustó, pero al Partido Comunista no. "Es una película burguesa en la que la policía y el director del reformatorio desempeñan papeles útiles. ¡Eso no puede ser!". Luego todo cambió con el Festival de Cannes donde Octavio Paz la defendió con entusiasmo y fue premiada. Gracias a esto en México "absolvieron" a Buñuel. Y entonces sí, los mexicanos fueron en tropel a verla. Es lo que tenemos los espectadores, que a veces no nos gustan las cosas si no nos lo mandan. Me quedan algunas palabras.
Hay que hablar de los olvidados de hoy: miles de niños que en toda Iberoamérica están en la calle. Hay que hablar del trabajo infantil, del programa Scream de la OIT para erradicarlo. Y de un magnífico libro publicado por la Diputación de Teruel sobre Los olvidados y que en la Academia de Cine hemos premiado. Contiene el facsímil del guión utilizado por Buñuel, todas las fotos, las cartas de Paz o Cortázar y otros cientos de documentos muy hermosos. Un secreto: Buñuel también rodó un final feliz en el que Pedro se libra de Jaibo y regresa a la granja escuela para devolver el dinero robado.
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