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Reportaje:

Cenlle beberá agua sin arsénico

La Xunta hará una traída desde el Miño y resolverá el problema dos años después

Hace un año que el agua del grifo quedó prohibida por orden del señor alcalde en el Ayuntamiento de Cenlle. Los vecinos de Razamonde, Laias y Barbantes, unas 200 personas, empezaron entonces a lavar los grelos, a preparar el cocido y a acompañar las comidas con agua mineral. Las garrafas de 10 litros, suministradas por este ayuntamiento de Ourense, eran transportadas en camiones y almacenadas en la Casa do Pobo. Y allí las recogían todos, una por persona y día. El bando municipal permitía en cambio, a los vecinos, ducharse con el agua de la traída. Y también lavar los platos. Porque el arsénico que, por pura casualidad, dos días antes, había detectado la Xunta al analizar por sorteo los manantiales que abastecían a estas parroquias, sólo podía volverse peligroso (sobre todo "para los ancianos y los niños") si se ingería.

"Quién sabe si todo esto es por culpa de las viejas minas de wolframio"
Algunos compartían su garrafa diaria de agua mineral con el can y los cerdos

A la vez que emitía el bando, Manuel García Montero, uno de los alcaldes mitológicos del PP, de momento 39 años en el cargo, empezó a buscar una salida. Mandó analizar pozos y fuentes, descubriendo que, de los existentes, sólo un surtidor público y algún pozo particular con poco caudal seguían libres de veneno.

Entonces, puso los ojos en el regato que pasa por Razamonde. Pensó en diseñar un sistema de bombeo y depuración. Y luego miró más arriba, y clavó la vista en una finca privada con dos pozos de agua limpia desde donde se podría transportar el líquido tendiendo una canalización. Un mes después de empezar con el suministro de garrafones, el alcalde estaba convencido de que el remedio pasaba por comprar esa parcela, que de golpe se revalorizó por su agua libre de arsénico.

Mientras, los vecinos no dejaban de lamentarse. No por ellos, sino por los animales. A nadie le gustaba abrevar al marrano con agua contaminada. Así que muchos le daban al bicho la misma que ellos bebían, la Fontecelta de la Casa do Pobo. Sin embargo, pese a la urgencia inicial, la alarma fue perdiendo fuerza y pronto canes, vacas, cerdos, conejos y gallinas tuvieron que conformarse con beber el agua de los pozos.

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Pasaron así varios meses, y el café de agua de botella sabía ya como el de toda la vida. La Xunta había sellado uno de los dos pozos contaminados que surtían al pueblo y dejó en uso el otro, algo menos envenenado, mientras buscaba una solución definitiva. En verano, el ayuntamiento dio con un apaño provisional: el agua de ese pozo de barrena, filtrada, se podría beber de nuevo. El sistema, con una serie de filtros que habría que cambiar cada dos meses, iba a salir "muy caro", según el alcalde; pero lo pagaría la Diputación.

Y así han estado hasta ahora los vecinos. Y así seguirán, al menos, hasta dentro de ocho meses. Cociendo los cachelos con agua filtrada sin despejar nunca del todo sus dudas. Desde hace un mes, los de Razamonde, Laias y Barbantes saben que el ayuntamiento ha encontrado al fin un remedio. Pero el proyecto, que fue aprobado por el pleno, viajó después a Santiago, y estos días, según explicaba ayer García Montero, la Xunta introduce en los planos modificaciones. El agua libre de arsénico será captada en el Miño, bombeada y transportada dos kilómetros monte arriba hasta una depuradora y un depósito. Después, desde allí, caerá por su propio peso hasta las casas. Augas de Galicia pagará todo el coste de la obra, 1.265.000 euros, pero para atender por el mismo precio las necesidades de tres ayuntamientos, sus técnicos han decidido desplazar en el proyecto el punto de captación del agua del río. Lo acercarán Miño arriba hacia Punxín y San Amaro, los otros dos municipios de la zona con problemas de abastecimiento. Si se cumplen los plazos, los 1.600 vecinos de Cenlle beberán agua del grifo sin miedo al arsénico entre enero y febrero de 2009.

Pero lo más probable es que jamás se llegue a descubrir el origen del veneno. La oposición culpó al regidor, que abrió los pozos de la traída "cerca de unos manantiales de agua sulfurosa". Y el alcalde lo negó y lo sigue negando todo: "Puede ser que el agua, bajo tierra, pase por una veta rica en arsénico... Aunque quién sabe si todo esto es por culpa de las viejas minas de wolframio".

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