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La crisis del PP

Rajoy se aferra a la economía para salir del pozo

El líder del PP compara su situación de acoso con la de Aznar en 1993, cuando perdió por segunda vez las elecciones

Carlos E. Cué

Fue el miércoles. Poco antes de reconocer ante la prensa por primera vez que su partido está en una situación difícil, Mariano Rajoy recibió un espontáneo grito de aliento de un estudiante: "Bravo, Rajoy, bravo". Sorprendido, el líder del PP se giró hacia José Bono, presidente del Congreso, y Soraya Sáenz de Santamaría, su mano derecha, que le acompañaban en una universidad madrileña al homenaje a Rogelio Baón, diputado del PP fallecido durante la campaña electoral. "Bueno, por lo menos tengo a uno", les dijo en voz baja con su conocida sorna, y ellos sonrieron. La anécdota da una idea del momento interno que vive el PP, el peor desde que lo dirige Rajoy, según ha confesado él mismo. Y el peor desde 1990, según Jaime Mayor.

Cree que, si supera el bache, con la crisis económica podrá remontar el vuelo
El PP pone a los conservadores británicos de ejemplo de recuperación
La prioridad es dejar de dar miedo, suavizar la imagen del partido
"Sus enemigos saben que si tiene tiempo se recuperará", dicen en su entorno
Los 'marianistas' creen que Aguirre se ha hundido por su impaciencia
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Gestos como el de Acebes demuestran que los veteranos están muy molestos
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Sin embargo, Rajoy está tranquilo, o al menos lo quiere aparentar. No para de decir que tiene todo bajo control, que sabe lo que hace, y que tiene una estrategia, aunque nadie sepa bien cuál es ni él ofrezca ninguna pista. "Es que la estrategia no se cuenta, ya la iréis viendo", insiste el líder. Él, recuerda, lleva 30 años en el PP (antes AP) y ha visto todo tipo de crisis, de las que siempre ha salido airoso. Habla con frecuencia de las crisis de liderazgo de Fraga, pero sobre todo de Aznar en 1993. De hecho, cree que la situación actual es bastante parecida a la de ese año, en el que ex presidente fue derrotado por segunda vez por Felipe González. Y eso que lo tenía todo a favor. Ya habían saltado varios escándalos de corrupción -sobre todo el de Juan Guerra, y acababa de dimitir el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio- y la crisis económica arreciaba.

Muchas personas importantes del partido y empresarios empezaron a trasladar la idea de que Aznar no valía como candidato, y se hizo famosa la frase de que el ex presidente no tenía "carisma". "Yo he vivido el acoso contra Aznar después de la derrota de 1993. Sé lo que es esto, no es nuevo", cuenta Rajoy a sus colaboradores.

El líder del PP, que ha logrado acabar con toda la generación de ex ministros de Aznar que le acompañaba -él ya es el único en la cúpula- no tiene aún una nueva línea política, pero sí algunas ideas. De momento, aumentará los esfuerzos para conseguir pactos con el Gobierno, el primero de ellos el de Justicia, Poder Judicial incluido. Con ello, sumado a los nombramientos de jóvenes como Sáenz de Santamaría, no vinculados al aznarismo, quiere mejorar la imagen del partido.

La prioridad absoluta de Rajoy, basada en los resultados electorales y en la interpretación que le sugiere su principal asesor, el sociólogo Pedro Arriola, es dejar de dar miedo, lograr suavizar la imagen del partido para evitar que el voto anti-PP permita ganar de nuevo al PSOE. Esa idea vale para toda España, pero sobre todo para Cataluña y País Vasco. "Entre las dos, el PSOE nos saca 23 escaños", es el análisis de Rajoy.

El líder y su equipo creen que esta crisis de liderazgo se superará como la de Aznar en 1993: con tiempo. Aunque saben que tienen por delante varios tragos amargos y uno, el peor, en la tierra del líder. Las encuestas auguran que el PP se alejará aún más de la mayoría absoluta en las elecciones gallegas previstas para junio de 2009. Rajoy se volcará, como hizo en las últimas. El entorno del barón gallego, Alberto Núñez Feijóo, se enfada cuando ve que los enemigos del líder están esperando a las gallegas para asestarle el mazazo definitivo. "Que me presenten a un dirigente territorial que ganó a la primera", suele decir Núñez Feijóo. Él se hizo cargo del partido en 2006.

Los marianistas confían sobre todo en la crisis económica, que ven imparable y mucho más fuerte de lo esperado. Hoy, de hecho, se presenta la ponencia económica que el PP discutirá en el congreso de junio. "Los enemigos de Rajoy saben que si tiene un poco de tiempo se recuperará y todo jugará a su favor, por eso le acosan ahora que está débil. Pasará como en Inglaterra. El conservador Cameron no levantaba cabeza hasta que llegó la crisis. Gordon Brown está sepultado por los malos datos económicos, y ahora Cameron es favorito. Si nos dan un poco de tiempo, todo juega a nuestro favor", sentencia una persona que ha apostado por Rajoy.

"Zapatero ya no podrá contar con la fuerza de la novedad. La crisis económica le obligará a hablar de gestión, a gobernar y a mancharse, y ya no tendrá el truco de usar cuestiones muy efectistas como la retirada de las tropas de Irak o el matrimonio homosexual", suele decir el propio Rajoy a sus colaboradores.

La crisis económica, por tanto, es el clavo ardiendo al que se agarra un líder que sufre cada día el acoso de medios de comunicación, El Mundo y la Cope, en los que él más se ha apoyado estos cuatro años para acosar al Gobierno. De hecho, él llega a decir que las crisis "viene más de fuera que de dentro del partido". Sin embargo, varios dirigentes regionales consultados, que acuden con frecuencia a cenas y actos locales, ven a la militancia muy preocupada. "Escuchan a la Cope más de lo que nos gustaría", sentencia uno.

Además, al margen de los medios conservadores, cada día es más evidente la distancia de los veteranos del partido con el líder, miembro de su misma generación que, sin embargo, ha apostado por jubilarlos. Algunos le piden que organice un Perbes 2, la reunión de notables en el chalé de Fraga en 1989, en la que se decidió que Aznar fuera el candidato a las generales. Él se defiende: "Es que muchos están fuera de la política. Rato está fuera. Y Aznar también, aunque hay gente que parece que le quiere empujar a meterse". Sin embargo, gestos como el de Acebes, que ha decidido echarse a un lado a mes y medio del congreso de junio, dejando al líder en una soledad cada día más insoportable, evidencian que los veteranos están muy molestos.

A pesar del dramatismo de la situación, que nadie niega, los marianistas están satisfechos. Saben que el tiempo, la inercia y sobre todo la fuerza del aparato han jugado a su favor. De momento, han conseguido acabar por completo con cualquier rastro de zaplanismo, su gran enemigo. Baste pensar que en cuatro años, Sáenz de Santamaría, pese a ser la persona de máxima confianza de Rajoy, apenas intervino media docena de veces desde la tribuna del Congreso, porque la dirección del grupo, en manos de los zaplanistas, no le dejaba espacio. Mientras, desde su escaño, ella veía cómo Ana Torme, por ejemplo, hablaba una y otra vez y preguntaba al Gobierno sobre distintos asuntos.

Ahora, Sáenz de Santamaría, que insiste en que quiere repartir juego a todo el mundo, había reservado para la diputada el puesto de portavoz adjunta de Seguridad Vial, una humillación porque ella antes ya había sido portavoz en ese asunto. Torme rechazó el puesto en público.

Pero, sobre todo, los marianistas están satisfechos, explican, porque creen que Esperanza Aguirre, con su impaciencia, se ha hundido en su propio pozo. Hasta los acérrimos enemigos de la presidenta de Madrid, situados en el entorno de Rajoy, reconocen que ella tenía mucho tirón en las bases del partido, bastante más que él, querido por su fidelidad al PP pero que no despierta grandes entusiasmos. Ahora creen que, con su amago de candidatura, que ha dejado en evidencia su ambición, Aguirre ha perdido buena parte de ese respaldo popular. Saben que no es que Rajoy haya mejorado en ese aspecto, pero ha deteriorado la imagen de su rival.

Ella, de hecho, le culpa de haber logrado que quede como la mala de la película, especialmente con el comunicado público que hizo en enero, tras la tensa reunión en la que se descartó la candidatura de Gallardón. Rajoy desveló allí a todos que Aguirre había puesto encima de la mesa su posible dimisión como presidenta para ir en la lista al Congreso si Gallardón también estaba allí. Ella no perdona esa inaudita exposición pública de lo que siempre vio como un ofrecimiento privado.

Sin embargo, a pesar de esta satisfacción de los marianistas, casi nada está saliendo como esperaba el líder. Rajoy se ha ido quedando solo y no siempre lo ha buscado. Hace sólo un año, un grupo de notables soñaba con quitarse de en medio a los duros (Acebes y Zaplana, sobre todo) y construir un polo moderado en torno a Rajoy. Tres de ellos estaban en maitines, la cúpula del partido (Javier Arenas, Alberto Ruiz-Gallardón, y Josep Piqué), y otros, como Núñez Feijóo, contaban con la confianza del líder. Todos coincidían en dos cosas: no les gustaba la oposición centrada en asuntos como el 11-M y eran muy gallardonistas, como la mayoría de las personas de máxima confianza del líder. Pero la dimisión de Piqué, decepcionado con el líder, y el portazo con el que Rajoy truncó la entrada de Gallardón en el Congreso, ha desmantelado también esa opción. La única salida que le queda es contar con la siguiente generación. O no.

Mariano Rajoy rechazó ayer de plano en Gandia la agenda política del Gobierno. Ante medio millar de afiliados y cargos públicos, afirmó: "Sería un drama para España que pasara lo que en la última legislatura y hablásemos de debate de naciones, memoria histórica o Ibarretxe..." y no de agua, paro, inmigración y economía, "que es lo que más preocupa a los españoles".

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