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Columna
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El ángel caído

Tengo ciertas y razonables dudas acerca de que España sea la octava potencia económica del mundo, pero ninguna en que figure entre las primeras en lo tocante a prodigios y títeres. El hecho de que 300 alcaldes valencianos, murcianos y almerienses se reunieran en Orihuela con objeto de reivindicar el derogado trasvase del Ebro y de exigir agua para todos, en palabras de Rita Barberá, y que a las pocas horas diluvie, es una prueba de que el poder local también tiene influencia en los cielos y no solo en los suelos, ya sean urbanos, ya urbanizables. Ahora, la cuestión es si esa turba de primeros ediles habrá o no usurpado funciones cuya competencia se atribuía, en exclusiva, a los clérigos. Según parece, una rogativa laica y municipalista ha sido registrada, sellada y tramitada de urgencia por no se sabe qué Administración etérea, antes de alcanzar la Moncloa, y ha empezado a llover, hasta dispararse las alarmas. En tiempos no muy lejanos, cuando subía el Segura e inundaba los pueblos y ciudades de sus riberas, la autoridad señalaba y fechaba el nivel más alto que habían alcanzado las aguas en calles y edificios. Y así, sin anuncio alguno, entre las fuerzas irracionales de la naturaleza y la arrogante jerarquía eclesiástica, llegó a establecerse un desafío. Se cuenta que cierto virtuoso fraile levitó un buen día, hasta superar con creces la marca más alta que había dejado el río en una de sus formidables crecidas. La Iglesia le había arrebatado el récord al Segura. ¿Podrá la plataforma de alcaldes, a su vez, superar el récord eclesiástico?, ¿tendrá su anfitrión autonómico, es decir, el presidente Francisco Camps, las propiedades levitatorias de aquel humilde franciscano? Todo hace pensar que sí. Pero todo hace pensar, igualmente, que su ascensión puede ser resistible e incluso cabe la posibilidad de que termine estrellado. A la Conferencia Episcopal no le ha satisfecho nada su contrato de integración para inmigrantes, ni a su colega la Espe, ni, por supuesto, a la oposición formal ni a la real. El presidente Francisco Camps tiene que andarse con mucho tiento. Tal y como anda el PP, Camps está en la cuerda floja. Y si el ángel caído en esta escandalosa historia de la derecha es Acebes, hoy por hoy, a Camps pueden colgarle ese sambenito, de aquí a que pase mes y medio.

En lo que se refiere a la puesta en escena de esa guerra del agua corrompida por los años y los interesas políticos, el espectáculo de Orihuela se amenizó con una altilocuencia que terminó en rogativa y lluvia. La plataforma de alcaldes se ha estrenado, en medio de una tormenta, mientras, con una sensible impudicia, mostraba el plumero. En Villena, la Comunidad de Regantes ha vendido parte de su acuífero a una multinacional francesa, para que proceda al embotellamiento de aguas minerales, en una operación rentable, pero contradictoria e inconsecuente con sus reivindicaciones y exigencias sobre el Ebro. Porque deja muy claro que hay regantes que quieren caudales para el riego, y regantes que quieren caudales para el negocio. A estas horas de la mañana, la imagen de Camps puede empezar a desvanecerse: sabe guardar una ropa inútil, pero apenas nada.

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