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Entrevista:CINE

El gran socarrón

Rocío García

Está sentado solo en un gran sofá y parece más pequeño de lo que es. Su mirada socarrona es, a veces, la de un chico travieso. Sus ojos van de un lado a otro. Su tierna sonrisa parece como si quisiera ocultar algo, alguna inocente maldad. Definitivamente, algo esconde. ¿Qué hacen ahí esas grandes cejas sobre esos ojillos que parecen dispararse luminosos y encendidos? Él es el fiel retrato del cine que viene ofreciendo, brillante y libre, desde hace 50 años. Claude Chabrol (París, 1930) desprende desasosiego y tranquilidad, pasión y razón, ingenuidad y experiencia. El retratista cruel de la burguesía francesa vuelve a las cloacas de la clase media con su nueva película, Una chica cortada en dos.

"El horror no es el crimen que se comete, sino todo lo que sucede antes y que lleva a ese crimen"
"Detrás de las apariencias que muestran la televisión o la prensa no está la verdad, sino otras apariencias y otras y otras"
"La vida cotidiana de una mujer es tan difícil como descubrir América o matar terroristas de Al Qaeda"
"El problema era cómo hacer cine y al mismo tiempo vivir con mi gente. La solución fue que mi familia trabajara conmigo"

A sus 77 años, el realizador, uno de los grandes referentes de la cinematografía europea, que formó junto a Truffaut, Godard o Rohmer la nouvelle vague, ese grupo radical de jóvenes críticos de cine que, primero desde la revista Cahiers du Cinema y luego a través de su cine, reivindicaron la figura del director como el verdadero autor de las películas, no descansa, sigue sin tomarse en serio y confiesa que ya no tiene miedo. La confesión tuvo lugar en París, hace cuatro meses, cuando Chabrol promocionaba Una chica cortada en dos en los encuentros organizados por Unifrance. "Me importa un bledo la etiqueta que me pongan y el prestigio que tenga. Ya no tengo miedo. Hace diez años todavía tenía algo de miedo, de temor. Ahora ya no, y por dos motivos. A menos que me quede gagá, y espero que no, o al menos darme cuenta de que me ocurre, lo que yo haga no será una película nula o no totalmente nula. Y segundo, tampoco lo haré mal desde el punto de vista técnico. En el peor de los casos, será una película que se deje ver. Por supuesto que me podrán decir que mi cine está pasado de moda, pero como eso es algo que nunca me ha preocupado... Nada me impedirá seguir haciendo películas. Mientras me den dinero haré cine".

La portentosa música de Turandot, de Puccini, va introduciendo al espectador por un paisaje de campo, cuidado y verde, hasta llegar a una apartada y lujosa casa de cristal y acero en la que vive un escritor de éxito. Es el comienzo de Una chica cortada en dos, protagonizada, entre otros, por Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand y Mathilda May. El universo romántico de Puccini se corta de repente para dar paso a una realidad desprovista de cualquier lirismo o romanticismo. Una realidad cruel y tormentosa, pero no exenta de humor. El filme, inspirado en un crimen pasional ocurrido en 1906 en Nueva York en el que Stanford White, un afamado arquitecto y gran seductor, fue asesinado por el marido millonario de una de sus ex amantes, narra las vicisitudes de una joven arribista y seductora (Ludivine Sagnier) que busca el éxito en la vida y que cae en los brazos de un escritor erotómano y manipulador (François Berléand), pero que termina casándose con un joven millonario absolutamente desequilibrado (Benoît Magimel). Chabrol ha trasladado esta historia, escrita junto a Cécile Maistre, su fiel primera ayudante de dirección, a la actualidad y lo ha hecho en Lyon y sus alrededores. "Yo diría incluso que el suceso resulta más fácilmente imaginable y, por tanto, trasladable hoy en día que en la época en la que se produjo".

La burguesía y el crimen pasional han sido los componentes más claros de la larga filmografía de este cineasta, admirador de Alfred Hitchcock, de quien en 1957 escribió un ensayo junto a su colega Eric Rohmer. Desde su primer filme, El bello Sergio (1958), realizado gracias a una herencia familiar, Chabrol ha ido diseccionando a lo largo de 54 películas el universo más acomodado de la clase media francesa. "Tengo un pequeño problema con la burguesía. En muchas de mis películas, los personajes no se caracterizan por ser burgueses, sino por la profesión que ejercen. Cuando muestro a un médico y hago una película sobre un médico, no dicen que he hecho un filme sobre un médico, sino sobre la burguesía. En Una chica cortada en dos, es cierto que el tema gira en torno a cómo estos dos sectores antagonistas y opuestos de la misma clase social, los burgueses biempensantes, por un lado, y los otros algo más bohemios y fuera de la norma, reaccionan frente a una persona que es la joven de la película. Creo que ninguno es mejor que el otro".

Una historia que termina, cómo no, en crimen. "Para mí es algo horrible. Lo interesante es ver a partir de qué momento las cosas llevan a un punto tal que la única solución que parece posible es el asesinato. El horror no es el crimen que se comete, sino todo lo que sucede antes y que lleva a ese crimen. No es el acto en sí lo que es horrible, porque en el caso de Una chica cortada en dos es absolutamente pacífico, es todo lo que se conjura para que finalmente se realice".

Chabrol ha estado siempre ahí, diseccionando como un perfecto cirujano las contradicciones de la cultura occidental, aplicando su ironía y su mirada sutil hacia la burguesía y su falsa moralidad -"es verdad que tú has criado a tus hijos, pero de ahí a quererlos ya es otra cosa", le dice el personaje de Magimel a su madre, una mujer conservadora, mentirosa y ridícula-. Ya lo hizo con títulos como El carnicero, La ceremonia, La dama de honor o, más recientemente, Borrachera de poder. Con Una chica cortada en dos introduce su mordacidad también en el todopoderoso mundo de la televisión. "Estamos llegando ahora a tal perfección que detrás de las apariencias que nos muestra la televisión o la prensa no está la verdad, sino otras apariencias y ésas nos conducen a otras y a otras. Son algo así como las últimas novelas de Agatha Christie con sospechosos que llevaban a otros sospechosos y éstos a otros. La televisión es una apariencia detrás de otra y por eso me interesa".

Su cine es un cine de mujeres. Actrices que aparecen una y otra vez en sus películas, particularmente Stéphane Audran, su esposa durante años, Jean Yanne, Natalie Baye e Isabelle Huppert, su gran fetiche cinematográfico. "Para explicar por qué me interesan más las mujeres que los hombres, utilizo un argumento bien sencillo. Si uno quiere que el público se interese en un hombre, hay que tenerle todo el rato haciéndole pasar a la velocidad del sonido, descubriendo América o matando a cincuenta enemigos. Todo siempre cosas excepcionales y extravagantes. En cambio, ese mismo público se puede interesar en la vida de una mujer simplemente mostrándola en su vida cotidiana. ¿Por qué? La vida cotidiana de una mujer es tan difícil como descubrir América o matar terroristas de Al Qaeda. La vida cotidiana de una mujer es ya de por sí una vida heroica", argumenta entre socarrón y serio el realizador.

Divertido y seductor, este hombre de eterno puro encendido entre los dedos, gran amante de la cocina y los buenos vinos -"digamos que cuando tengo que elegir entre varios lugares de rodaje, pesa de manera importante la proximidad de buenos restaurantes, pero no sólo pensando en mí, sino en todo mi equipo"- tuvo que emplearse a fondo de joven para conseguir a la mujer deseada. "Como yo tenía aspecto de empleado de notario, para seducir tenía que levantarme muy temprano y esforzarme mucho, pero como no era perezoso finalmente acabé por encontrar a alguien. Cuando uno no tiene ese componente natural de seducción es interesante que se esfuerce por conseguirla, lo que ya es más grave es que los seductores naturales intenten también trabajársela porque caen en el más absoluto de los ridículos".

Cada vez trabaja más rodeado de familiares. Su actual mujer, Aurora Chabrol -"me sedujo con la cocina, hace el mejor lenguado del mundo"-, y su hijo músico, Matthieu Chabrol, firman en esta ocasión Una chica cortada en dos, aunque en otros filmes también han participado otros dos hijos, uno de ellos actor. "Uno de los grandes placeres que tengo es vivir con la gente que quiero, otro es hacer películas. Así que el problema que me planteaba era cómo hacer cine y al mismo tiempo vivir con mi gente. La solución fue que mi familia trabajara conmigo. Como ellos tenían buenas aptitudes para ello, no fue difícil incorporarles a mi tarea. No creo que fuera más enriquecedor para mí salir al mundo exterior. Los que trabajan conmigo son muy distintos entre sí, tengo la impresión de encontrarme a toda una gama de personalidades distintas. No veo qué me aportaría el trabajar con gente desconocida y explicarles cosas que no necesito explicar a los que me conocen bien. En el fondo, son todo ventajas, pero si alguno de ellos en el futuro no fuera bueno en lo suyo, evidentemente le sacaría a patadas en el trasero... Bueno, en el trasero no".

Tiene una energía arrolladora y agotadora. En cincuenta años de carrera ha hecho más de una película por año, además de trabajos para la televisión y algunos libros -uno de ellos, Et pourtant je tourne, está dedicado a "todos aquellos que van más a gusto al cine que a misa"-. "Tampoco hace falta tanta energía, no trabajo en una mina", se defiende. "Me siento muy bien cuando estoy rodando y viejo y cansado cuando miro la tele sentado fumando un cigarro", añade, y cita envidioso a su colega Manoel de Oliveira que, con 99 años, ha estrenado su última película y ya prepara la siguiente. "Hace tres años se quitaba años no por coquetería, sino para poder seguir haciendo cine".

Nicolas Sarkozy y su esposa, la cantante Carla Bruni, son uno de los últimos objetivos de sus envenenados dardos. Se ríe sólo de pensarlo. "Hay una cosa de Sarkozy que me sorprende mucho. Lleva sólo ocho meses en el cargo [la entrevista se hizo en enero pasado] y da la impresión de que lleva más de dos años. A este paso, tendremos suerte y dentro de otros ocho meses nos libramos de él", dice sobre el presidente de la República de Francia. De Carla Bruni: "Se va a encamar con él y luego se irá con otro. Es lo que ha hecho siempre. No hay que buscarle más explicaciones. A ella le encanta ir de cacería, cambiar de hombre a cada rato. A lo mejor, él no se ha dado cuenta".

El encuentro se termina ya. Una última pregunta. ¿Qué es lo que cree que ha sido su mayor aportación al cine? "Me temo que muy poco... No sé

... Me conformaría con saber que le he dado al público el gusto de no tomarse demasiado en serio".

Diana. Lo ha conseguido. -

Una chica cortada en dos. Claude Chabrol, 2007. Intérpretes: Ludivine Sagnier, Benoît Magimel, François Berléand, Mathilda May. 115 minutos. Se estrena en Madrid el miércoles día 14 y el viernes 16 en el resto de España.

Vídeo: CLAUDE CHABROL

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