La caja oscura
Carlos Fabra, con la grosería autoritaria que le es característica, resumió en una frase la concepción que tiene la clase política española sobre la administración de los dineros públicos: Qui paga, mana. El dinero es mío y hago con él lo que me da la gana. Que lo diga el presidente de la Diputación de Castellón ya no escandaliza a casi nadie. Que esa desvergüenza sea moneda corriente en todas las administraciones públicas resulta inquietante y devastador para los ciudadanos. España, junto a Grecia, Chipre, Malta y Luxemburgo, es un país que carece de normativa que abra el cerrojo de los datos oficiales, guardados con celo de avaro por unos políticos que se niegan a entender que el dinero que administran no es suyo, sino de los ciudadanos, paganos de un convite del que desconocen el menú y el coste del cubierto.
En un hipotético ranquin del oscurantismo es muy probable que la Generalitat valenciana ocupara un lugar destacado. Resulta imposible, incluso para una institución tan indulgente como la Sindicatura de Comptes, conocer todos los desagües por los que se filtra el dinero público. Pretender que la Sindicatura de Greuges, declarada hostil por el Consell, la oposición o los medios de comunicación accedan al arcano de unas cuentas que por ley deberían estar al alcance de cualquier ciudadano pertenece al reino de Utopía.
El Gobierno valenciano ha convertido sus cuentas -que son de todos- en una caja oscura cuyo mecanismo conocen solo los muy iniciados, y no todos. Averiguar los gastos de un evento tan importante como fue la visita del Papa se ha convertido en el secreto mejor guardado de la Generalitat, que no tiene el menor reparo en decir una cosa y su contraria en dos documentos públicos sin que nadie aparezca como responsable de la falsedad. Es una obviedad que alguien falta a la verdad. Al oscurantismo se suma la mendacidad. Un escándalo en cualquier país con una mínima cultura democrática, pero que aquí no tendrá más consecuencia que el desdén de quienes se sienten intocables tras su mayoría absoluta.
Ese desdén, sin embargo, no es una respuesta. ¿Qué temen? ¿qué ocultan? ¿dónde esta el dinero de la visita del Papa?
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