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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Invertir contra el desánimo

El estado de ánimo de las empresas, reflejado en la última edición del Barómetro que hoy publica Negocios, correspondiente al primer trimestre de este año, y que viene apareciendo desde 1999, registra niveles mínimos. El 68% de las 256 encuestadas admiten el empeoramiento de su actividad nacional e internacional. Del conjunto se deduce igualmente una menor confianza en la capacidad de la política económica para enderezar la intensa desaceleración de la actividad que se observa en la práctica totalidad de los sectores.

No extraña que sean las empresas pertenecientes a los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces las que aporten opiniones más pesimistas. Por tamaño de las compañías, son precisamente las de mayor facturación y las que supuestamente disponen de un mayor grado de diversificación las que transmiten un menor pesimismo.

Son opiniones absolutamente coherentes con los indicadores históricos relativos a ese periodo y con aquellos otros de carácter adelantado referidos al futuro próximo. Todas las previsiones de crecimiento de la economía mundial, y desde luego de la española, son objeto de revisión a la baja. El promedio es significativamente inferior respecto a las que ha hecho públicas recientemente el Gobierno. Incluso el Banco de España ha iniciado una descripción de la realidad mucho más próxima a la que viven los agentes privados.

Esta marcada diferenciación entre los estados de ánimo y las expectativas de los agentes privados, incluyendo las familias, y las que trata de transmitir el Gobierno, es uno de los elementos que impide a medio plazo el fortalecimiento de la confianza en la política económica. En el mejor de los casos, porque genera la impresión de que las autoridades están alejadas de la realidad; en el peor, porque puede entenderse que intencionadamente tratan de comunicar algo alejado de esa realidad. Ambas conclusiones dificultan un elemento esencial en las modernas economías: la confianza en las autoridades y en las instituciones, uno de los pilares de ese capital social cada día más característico de las economías verdaderamente avanzadas.

Las empresas son conscientes de que el margen de maniobra de un gobierno integrado en una unión monetaria es limitado. No lo hay en la definición de la política monetaria, que las empresas que responden al Barómetro consideran excesivamente dura. Tampoco son muy anchos los que ofrecen los presupuestos, que además de las restricciones propias de los compromisos de estabilidad que esa integración monetaria exige, cuentan con un muy amplio grado de descentralización en las comunidades autónomas.

Con todo, el Gobierno español, a diferencia de la mayoría de los de la eurozona, dispone de unas finanzas públicas suficientemente saneadas como para anticipar decisiones de fortalecimiento del capital tecnológico y humano compatibles con el necesario relevo en el patrón de crecimiento y con la modernización de la economía. Esas inversiones, en mayor medida que otras asignaciones de gasto, son las que pueden contribuir a que en los próximos barómetros la desconfianza de las empresas en las autoridades no agudice el pesimismo que la realidad global transmite. -

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