Obama, ante un problema que trasciende a Wright
El reverendo representa lo que muchos negros piensan y muchos blancos temen
De todos los múltiples y graves perjuicios que el reverendo Jeremiah Wright puede causar a la campaña de Barack Obama para lograr la candidatura del Partido Demócrata, el peor de todos es poner en evidencia el enorme desafío que representa para la población de Estados Unidos, blanca en un 67%, elegir a un candidato negro.
Ese problema era patente de forma sorda desde el principio de la carrera electoral e iba creciendo a medida que ésta avanzaba. Obama no es un candidato difícil de aceptar por los blancos en su totalidad sino, como ocurre en general con los problemas del racismo y la xenofobia, por aquellos blancos que conviven más estrechamente con los negros y cuentan con menos recursos económicos y educativos para vencer los prejuicios.
Como consecuencia, Obama ha ganado en los Estados más blancos, aquellos en los que la proporción de población negra es casi insignificante, como Iowa y Wyoming, pero ha perdido en los que las comunidades negras son mayores y compiten por el mercado laboral, como Pensilvania y Nueva Jersey.
Consciente de este problema, Obama, que es mestizo, ha tratado desde un principio de separar la raza de su campaña. Su lema es sencillo: "Blancos, negros, hispanos, asiáticos... todos somos Estados Unidos".
Los electores podían, por fin, votar por un negro que no era como los que habían conocido hasta ese momento en la política. "Es majo y articulado", dijo el senador Joe Biden cuando Obama recién lanzó su candidatura. Obama ha tratado de demostrar que él no es como Jesse Jackson o Al Sharpton, que él no ha heredado los resentimientos de los años sesenta, que es producto y consecuencia de la lucha por los derechos civiles pero no conserva cicatrices de aquellos duros años de discriminación y odio. En suma, que Obama no quiere continuar con el mensaje de revancha y resentimiento que tantos políticos negros han predicado y que tantas prevenciones despierta entre los votantes blancos.
Aunque sus rivales en esta campaña, tanto Hillary Clinton como el republicano John McCain, habían procurado, más o menos discretamente, torpedear esa estrategia, ésta había funcionando lo suficiente como para convertir a Obama en el más probable candidato demócrata a la presidencia.
De repente, como una sombra del pasado, entró en escena Jeremiah Wright, que había sido pastor durante más de 20 años de la iglesia de Chicago a la que acudía Obama, donde se casó con Michelle y donde bautizó a sus dos hijas. Su primera aparición, a finales de marzo, fue en unos vídeos rescatados de los archivos de viejos sermones del reverendo en los que decía cosas como que los blancos habían provocado el sida para diezmar a la población negra, llamaba terrorista al Gobierno estadounidense, justificaba el 11-S y pedía que "Dios maldiga a América".
Obama contrarrestó esa primera andanada con un magnífico discurso sobre el racismo en el que aludió a la necesidad de un debate nacional sobre la cuestión, pero en el que reconoció que deshonrar a Wright sería como deshonrar a su propia abuela blanca.
Incapaz de resistir la tentación de la fama, el reverendo Wright volvió a escena estos días con una entrevista en televisión, un discurso ante el principal lobby negro en Chicago y, sobre todo, con su discurso, el lunes, en el corazón del Washington, en el que, con más dulces palabras, ratificó su punto de vista sobre la necesidad de una teología de liberación negra.
Un día después -muchos comentaristas estadounidenses se preguntan por qué ha tardado tanto-, Obama se distanció, esta vez en términos inequívocos, de su antiguo pastor y aseguró que sus discursos "representan justo lo contrario de lo que yo he venido diciendo y defendiendo".
Si el problema fuera Wright, aquí podría acabar la polémica. Pero quizá el problema no es Wright. Histriónico y demagogo como tantos otros pastores negros, Wright es al mismo tiempo un antiguo marine y lo suficientemente prestigioso como para haber sido recibido por Bill Clinton en la Casa Blanca. Quizá el mayor problema para Obama es que Wright dice lo que muchos negros piensan y representa lo que muchos blancos temen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.