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Reportaje:

La venganza de a lagoa de Antela

El agua recupera su espacio gracias a la extracción de arena de las graveras

A Limia vuelve en sí, dispuesta a tomarse su venganza. El esqueleto que dejó durante décadas la brutal desecación de A Lagoa, decretada en 1956 por el franquismo con el pretexto de sanear el terreno para su aprovechamiento agrícola, comienza a tomar cuerpo.

A Limia es ahora el minifundio del agua. A Lagoa de Antela (a la que la leyenda atribuye escondida en su vientre la antigua ciudad de Antioquia) está ahora parcelada en fincas de agua. Hay agua de varios verdes y de azules variados, en función de si la están dragando o no, y agua recortada en parcelas delimitadas por pequeñas franjas de tierra. Pero agua que genera vida y llena ya el entorno de parejas de aves con crías.

Resultó que el desarrollo agrícola aducido hace medio siglo no fue tal y, paradójicamente, ha sido la denostada extracción arenera la que ha acabó despertando el agua que ahora vuelve a surgir imponiendo su reinado.

La vieja laguna llegó a cubrir una extensión de 42 kilómetos cuadrados
Los cultivos de trigo y patata entre las islas se siembran sólo por la subvención

"Siempre estuvo ahí", comentan los vecinos de Sandiás señalando hacia abajo y explicando con economía de lenguaje el milagro obrado en la cola del desagüe de la laguna, ahora ya un claro asomo del vergel que fue en sus tiempos: llegó a ocupar 42 kilómetros cuadrados entre los ayuntamientos de Sandiás, Sarreaus, Vilar de Barrio, Xinzo y Xunqueira de Ambía y había tramos en los que el agua llegaba a alcanzar siete kilómetros de largo por seis de ancho.

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La desecación arrasó no sólo la productividad (algunos especialistas sostienen que dejó la tierra tan falta de humedad que acabó con su fertilidad), sino también puentes que formaban parte del patrimonio histórico, y ríos y regatos que desembocaban en el Limia.

Ahora, los cultivos de trigo y patata que se extienden por las islas de tierra que aún no han sido dragadas por las areneras están mustios, dejados. "Es que se plantan por la subvención", comenta un vecino , "pero ni los recogemos, no compensa".

Ángel, trabajador de una de las siete areneras activas en Sandiás, explica el proceso que ha despertado a la naturaleza. "Con la desecación rebajaron un par de metros el agua e hicieron los desagües al nivel del canal". Así que cuando meten las máquinas y llegan al nivel freático, "surge como un manantial".

Las areneras están autorizadas a perforar la tierra hasta 15 metros de profundidad. "No solemos llegar, porque hay capas de arcilla con arena en algunos casos muy dura y no es rentable". Pero el agua aflora y con ella han empezado a llegar las aves y la declaración de la Zona de Especial Protección de Aves.

La Consellería de Medio Ambiente ha iniciado la recuperación de la tozuda laguna emergente. Los somormujos están por todas partes. Y las garzas, y las cigüeñas con un vuelo bajo confiado, así como montones de patos y cigañolas. Es la Doñana gallega", comenta el trabajador de la arenera que va citando por sus nombres todas las especies mientras lamenta que la Xunta no compre los carballos que los paisanos que venden sus parcelas acaban talando "porque no se los pagan".

Enseguida empezó el agua a pedir su sitio, reconocen paisanos y areneros que cuentan cómo desde que se inició la extracción la humedad iba creciendo y tomando posiciones. Entre las fincas azuladas o verdosas navegan máquinas con apariencia de barcos de guerra que siguen hurgando en el vientre de A Lagoa e, involuntariamente, contribuyendo al humedal creciente. Los trabajadores de las areneras se conocen los caudales antiguos. "Cuando aparece arena gruesa es que había mucho caudal, que el agua circulaba a gran velocidad". Ahora la Xunta recupera un predio acuático porque acabada la extracción de arena el terreno es dominio público.

En medio de la provincia de Ourense el agua vuelve por sus fueros reclamando su reinado y confirmando lo que Décimo Bruto constató al cruzar el Limia, el Lethes o río del olvido para los romanos. Ni la desecación de A Lagoa ni la concentración parcelaria han frenado a la naturaleza. El agua se toma venganza.

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