Canal Sur
Conviene distanciarse prudencialmente de los dos discursos mayoritarios que circulan hoy sobre la Radio Televisión Andaluza. Si uno nos alarma en exceso con su visión apocalíptica, intelectualizada y pesimista sobre la deriva maléfica y el empobrecimiento de los contenidos y sus formatos (casi siempre con la basura como única diana para sus dardos), el otro justifica su optimismo desde la reivindicación del medio como escaparate cuya esencia reside en el cumplimiento de su labor informativa y en la oferta de productos y formatos de entretenimiento para el pueblo soberano.
Conviene, por tanto, no engañarse con la realidad: la televisión andaluza, Canal Sur, no está hoy ni peor ni mejor que el resto de las televisiones autonómicas, públicas o privadas de España, Europa y el resto del mundo. Es más, podría decirse incluso que, bajo mejores y peores mandatos desde su nacimiento en 1989, el canal autonómico ha venido cumpliendo con éxito algunos de sus objetivos políticos fundamentales, aglutinando y cohesionando a una audiencia importante y fiel, convirtiéndose en una marca registrada, creando una excelente cantera de profesionales y pilotando el desarrollo del sector audiovisual andaluz en su conjunto.
Sin embargo, a la RTVA le quedan pendientes algunas tareas fundamentales de cara al futuro, y éstas tienen mucho que ver con los nuevos desarrollos tecnológicos y con la necesidad de airearse y competir dignamente en los mercados internacionales con productos de la más alta calidad. Si Canal Sur ha cubierto con éxito ciertas franjas de audiencia con programas y series de formato estándar para el consumo interno (véase el fenómeno Arrayán), bien es cierto que el canal autonómico ha descuidado ese otro sector de la producción que debería servir a uno de los propósitos fundacionales de la casa: la divulgación de la identidad y la cultura andaluzas a nivel nacional e internacional desde los parámetros de la excelencia y la innovación.
El inminente apagón analógico y la vertiginosa entrada en la era de la televisión digital (TDT), las emisiones vía Internet o la alta definición (HD) obligan, además, a emprender esta tarea lo antes posible. Tan importante es para Canal Sur la adaptación a las nuevas tecnologías de la imagen y el sonido, tecnologías que convertirán en obsoletas a todas aquellas producciones fast food pensadas para su consumo a corto plazo, como la creación de un departamento o sección de programas especiales desde donde puedan darse las condiciones idóneas para generar producciones de máxima calidad que funcionen como avanzadilla y orgullosa insignia de la casa ante los inminentes retos del futuro.
Y no es tanto una cuestión de dinero, que lo hay, como de decisión política para su correcta distribución. Al margen del autoabastecimiento del día a día, Canal Sur ha de estar presente en los mercados internacionales y en las nuevas plataformas digitales con productos de la más alta calidad que puedan competir en igualdad de condiciones con los de otros canales de prestigio incontestable; productos ambiciosos y de largo recorrido; productos no-perecederos (estética y tecnológicamente) que, por sus propias características, necesitan de otro tiempo de cocción y otras condiciones de elaboración bien distintas a las que se crean en las dinámicas de la producción de temporada. Unas dinámicas que, además, y a pesar de lo que suele justificarse como coartada política, no siempre repercuten en beneficio de las empresas andaluzas, pasando como pasan a veces por ser meros intermediarios de empresas de servicios de fuera de nuestra comunidad.
Canal Sur necesita generar al menos cuatro o seis horas de televisión anual de alta calidad que pueda situarla en la vanguardia de la producción como marca de prestigio, compitiendo en festivales y mercados internacionales, contribuyendo a difundir una imagen de Andalucía de la que todos podamos estar orgullosos y que consolide a la televisión pública como uno de los motores fundamentales para el desarrollo económico y social de nuestra región.
Juan Lebrón es productor de cine
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