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Crítica:DANSA VALÈNCIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lo que nunca ha sucedido

Una muy potente y carismática música (sobre todo cuando recurre a la cuerda) de Marius de Vries sirve de hilo conductor a esta espléndida coreografía de Rafael Bonachela, que también tiene una deuda enorme con el cineasta Alan MacDonald en el diseño de producción de este hermoso espectáculo que juega con la desnudez simulada de los cuerpos, hasta el punto de que al principio uno cree encontrarse con un afortunado anuncio de ropa interior de alto estanding, como si nada hubiera sucedido. Pero el asunto (seis intérpretes en escena) va tomando cuerpo musical y escenográfico, con la soberbia colaboración videográfica, para convertirse en algo parecido a una metáfora de las intermitencias de una soledad compartida, expresada con envidiable precisión donde los límites de la danza y los elementos emocionales que la suscitan se difuminan como esos aguaceros por los que ya transita la tranquila luz. Bonachela y sus afortunados colaboradores se lo toman con calma, en un crescendo emocional que va prosperando a medida que avanza un espectáculo un tanto circular pero repleto de esas variaciones donde el talento dice la suya. Y lo que dice es mucho. Luces, sombras, proyecciones diagonales y una soledad espantosa, casi robótica, en los ecos de una barriada londinense donde cualquier atrocidad (bien bailada) es posible.

DANSA VALÈNCIA

Square Map of Q4, por Bonachela Dance Company. Intérpretes, Amy Hollingsworth, Cameron McMilian, Annamari Keskinen, Adam Linder, Sarah Storer, Paul Zivkovich. Vestuario, Meadham Kirchhoff. Diseño de luces, Guy Hoare. Vídeo, Alan Macdonald, Paul Zivkovich y Blink TV. Música, Marius de Vries. Dirección, Rafael Bonachela. L'Altre Espai. Valencia.

Por la noche, se estrenó, en el Corral de la Olivera, Terrain vague, o la construcción de la felicidad, donde la compañía valenciana Cel Ras, bajo la dirección de Rocío Pérez, con la colaboración de Pep Garrigues, elige un solar a modo de espacio vacío como lugar idóneo para la tentativa de la construcción de la felicidad, en un montaje iluminado por Yahvé Ramos que cuenta con la complicidad de fragmentos de textos del gran pensador televisivo Eduardo Punset.

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