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A TOPE
Columna
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Noches bilbaínas

Me he pasado la última semana localizando en Bilbao. Quien no esté familiarizado con el término "localizar", significa buscar ubicaciones de rodaje, lugares donde después se desarrollará una película. Por eso he estado pateando toda la ciudad para encontrar plazas, cafeterías, tiendas y demás decorados naturales para rodar. Pero sobre todo necesitaba bares, en concreto bares de copas. Mi guión es muy nocturno, ocurre en su mayor parte de noche y debe transcurrir en una ciudad donde los bares cierran pronto y se liga poco. Por lo tanto, Bilbao es un escenario perfecto.

Ya llevo unos cuantos años viviendo entre Madrid y Donosti y he podido conocer la movida nocturna de ambas ciudades: en la capital hay antros de todo pelaje y se puede salir entre semana hasta el amanecer, mientras que en San Sebastián la desolación de hace años ha dado paso a una movida Erasmus concentrada en algunos bares de la Parte Vieja donde jóvenes europeos con ganas de marcha se beben todo el líquido que encuentren. Bilbao lo conocía de mi época universitaria donde basculaba entre el ambiente de los bares de kinito de Pozas e Iturribide y la efervescencia pachanguera de todos los fines de semana en Galerías Urquijo. También había (supongo que seguirán existiendo) fiestas universitarias en los campus donde el concepto "higiene" era desconocido por todos sus asistentes. Como llovía casi siempre, un amigo acuñó la definición de las fiestas de las "tres B's": barro, bebida y basura. Este colega solía ir a las celebraciones estudiantiles con un buzo en el maletero del coche. Al llegar a la fiesta se ponía el buzo de obra y podía revolcarse por donde quisiera sin peligro de ensuciarse.

En el nuevo Bilbao apenas ha cambiado las cosas. Aparte de los txikiteros inasequibles al desaliento que se calzan veinte tintos diarios, sí que hay un mundo Erasmus que organiza fiestas en los discotecones locales y algunos bares que entre semana siguen echando el cierre a altas horas de la madrugada. Pero lo normal (como en la mayoría de capitales de provincia) es que por la noche no haya ni un alma y sólo falte una bola de heno como las de las películas del oeste vagando por las calles bilbaínas. Eso sí, los fines de semana no hay quien salga: lleno hasta la bandera.

Independientemente de los hábitos noctámbulos bilbaínos, he podido comprobar que el Botxo es una ciudad fotogénica y estupenda para rodar. Ya no sólo se pueden hacer aquí películas sobre yonquis y terroristas, thrillers de estética industrial que den una imagen deprimida de la ciudad. Una comedia romántica, sofisticada y elegante es posible. Estamos en ello.

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