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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Paseo con libros

Fin de semana de libros o de prelibros, que son libros con algo de relaciones prematrimoniales, que se tienen antes de que lo permita la Iglesia. Abren el domingo 20 de abril los Carrefour y los Hipercor, y se apuntan a este tiovivo de nombres las librerías con el nerviosismo de un niño antes de Reyes. Fin de semana de libros, y de tebeos en el salón de los tebeos, que se publicita este año con un cartel de fantasía de clase media, donde una familia atlética y armónica, como de anuncio de hipotecas, lee tebeos en la paz burguesa del sillón bajo la complaciente vigilancia del padre. En el cartel de la primera edición del salón, cuando el año del golpe, los personajes de los tebeos tomaban Barcelona, como un río de desagravio, o con un algo de 1 de mayo, o quizá de 7 de julio. Y en el cartel de la siguiente edición, salían los dibujantes dibujados en procesión bohemia para ensalzar la religión única y verdadera del tebeo. Fin de semana de tebeos y de libros, como cada día del año. Lector barroco, visitador gongorino de librerías, vivo en mi casa como un Polifemo ciego de letras pastoreando un desconocido rebaño de libros al que le voy tentando los lomos, un tropel de libros salvajes que no se dejan leer, una majada de libros mansos y efímeros como una caricia furtiva.

He salido a pasear esta mañana con un libro en la mano, como se va por la calle con una barra de pan en la mano. He salido a constatar que todo lo que aparece en ese libro ha existido, y así me he echado a recorrer las calles arcaicas y quietas del Poblenou, de casas proletarias y de restos de fábricas y de talleres que esperan la piqueta para acabar de pulverizarse en un montón de escombros, y he paseado también por las calles globalizadas y actualísimas del Poblenou, con esos edificios gigantes que hacen ostentación de sus cristales oscuros, como hace ostentación de sus gafas oscuras el poder, y con esos edificios de aspecto moderno y aséptico como cajas de medicamentos, y he ido también por el parque nuevo de Jean Nouvel, que es el mejor de los parques posibles en una sociedad en la que ya se ha renunciado al mejor de los mundos posibles, y he llevado en la mano, ya digo, un hermoso, modesto libro de fotografías que ha editado el Archivo Histórico del Poblenou, con las fotos del barrio que entre 1975 y 2004 ha hecho el fotógrafo Juli Azcunce. El libro se titula Diumenges i festius. Poblenou, un punt de vista. He salido este fin de semana con ese libro aleteándome en las manos con sus hojas como alas de paloma blanca, y así he ido cotejando sus calles de muros de ladrillos, las fachadas que no son sólo fachada, las carreteras antiguas que secretamente siguen llevando a los sitios, las vías del tren que se han quedado petrificadas, los gasómetros, las torres solitarias como torres de Chirico, las chimeneas abandonadas como quien se olvida un paraguas en un entierro, digo que he ido buscando estas fotografías en el paisaje actual del Poblenou a lo largo de un paseo primaveral y con libros, y me he dado cuenta otra vez de que estoy más cerca de la realidad de los libros que de cualquier otra. Fin de semana que ya da porrazos contra las puertas de la gran fiesta de los libros, y he llevado además en el bolsillo un libro delgado, por el perpetuo miedo del lector a quedarse sin provisiones. Es un libro en italiano, Il silenzio dei comunisti, de apenas 100 páginas, pues acaso ya no hay más que decir sobre el asunto, y en el que Vittorio Foa, Miriam Mafai y Alfredo Reichlin (el socialista radical y los dos comunistas históricos) se preguntan dónde se han metido aquellos millones de militantes, amigos, votantes..., de la misma manera que yo me pregunto dónde diablos se han metido las calles de estas fotografías.

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