Supervivencia
Una de las escasas cosas útiles que puede hacer esta profesión tan rara de la crítica de cine es descubrirle al publico películas que por sus características, su temática y la ausencia de publicidad corren el injusto peligro de ser ignoradas. Yo me quedé afónico recomendando una película, o documental, o poema, o trozo de auténtica vida, titulado Las alas de la vida, pero mi poder de convocatoria se me reveló cercano al patetismo, ya que no fue a verla ni el gato.
La metafísica cuestión de para qué debería servir la televisión pública se me aclara cuando observo que el programa Versión española proyecta esta epopeya intimista, este complejo retrato de una enfermedad degenerativa, del sufrimiento y de la pegajosa cercanía de la muerte, que, paradójicamente, a mí me inyecta vida, me regala toda la gama de sensaciones que más amo en el cine. O sea: la emoción, el miedo, la épica, la angustia, la sonrisa. La lucha del que está condenado por sobrevivir, su aprendizaje de un lenguaje físico y oral que le permita seguir comunicándose con el mundo, sus recuerdos, su acojone, su esperanza, su capacidad para disfrutar de todo lo que le permite su trágica condición, su forma de relacionarse con los demás, su enfrentamiento a ese monstruo que le está devorando, sus opiniones sobre las personas y las cosas, está plasmado de forma magistral. Y te enamoras de este tío, le comprendes, le admiras, te coloca un nudo en la garganta.
No se qué audiencia tuvo Las alas de la vida, pero dudo que dejara indiferente a nadie. Y para evitar la depresión, no quiero enterarme del share que acompaña a un programa en el que la máquina de la verdad emite el veredicto en las respuestas de los interrogados. Escucho esto: "¿Ha hecho usted alguna vez sus necesidades en las zonas comunes de su urbanización". Otra, a una camarera: "¿Ha escupido en la comida de algún cliente por despecho?". Las respuestas son afirmativas. No es broma, existe, se llama El juego de tu vida.
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