_
_
_
_

Fundidor de noche, escultor de día

El joven bilbaíno Mikel Varas, que compagina su trabajo en Tubos Reunidos con su pasión por la escultura, instala su primera obra en la empresa

Mikel Varas (Bilbao, 1980) lleva el acero en la sangre y a él dedica todo su tiempo. De noche trabaja como calderero, de día como escultor rodeado de chapas metálicas y hierro. Todos los días ve cómo nace y cómo muere el acero. "Ahora quiero enseñarle a hablar para que deje su huella en el cielo", declara después de haber colocado su primera obra en la entrada de las sede alavesa de Tubos Reunidos, donde trabaja en la forja. Tiene cuatro metros de altura, tres toneladas de peso y se llama Infinito, un largo tubo que se retuerce en el aire proyectando en el suelo con su sombra el símbolo matemático del infinito. Es la primera obra que ve la luz tras varios años encerrado en su taller.

Todo comenzó con una visita al médico de la empresa. Le contó que se dedicaba a la poesía desde el instituto y también a la escultura, que tenía varios premios como finalista en certámenes internacionales en Córdoba y Bilbao. El médico le pidió un dossier y le animó a que presentara una propuesta a la empresa. Lo hizo y al cabo de una semana los directivos le llamaron. Querían comprarle una obra. "Me pidieron algo pequeño, un garabato de metal de los que escribo en el aire, pero yo les aclaré que no buscaba dinero", relata. Lo que iba a ser una maqueta se convirtió en una obra de cuatro metros, y el dinero lo rechazó a cambio de material para otra obra más. Lo que ahora más le ilusiona es contar con encargos.

Se encuentra en conversaciones con el Ayuntamiento de Bilbao para colocar una nueva escultura en el barrio de Rekalde y tiene otras dos preparadas, a la espera de cerrar un acuerdo con otros municipios. Mientras, prepara el lanzamiento de su segundo libro de poesía y reflexiones, Horizontes Verticales.

"Para mí todo esto es un reto. Trabajo ya tengo. Ahora busco expresar lo que llevo dentro", dice para explicar tanta actividad. Sus amigos del barrio casi le han prohibido que les hable más de escultura y los compañeros de trabajo bromean a diario por su "artística pasión por el acero", pero Mikel Varas no se detiene.

Reconoce su amateurismo y cuenta con una sonrisa que BilbaoArte le ha denegado la beca que ha solicitado para formarse en Finlandia. Dice que no le mueve el dinero ni tampoco el reconocimiento. El hecho de estar en su taller encerrado es el mejor premio.

Trabajando en la forja de Tubos Reunidos, muchas veces en horario nocturno, empieza a pensar en sus esculturas. Después ya en el taller, vuelve a coger el soplete y a moldear el acero. "No pararé hasta escribir en el aire todo lo que llevo dentro", asegura.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_