Señoras, señores y Liga Norte
Le debo varios favores a Íñigo Domínguez, el espléndido corresponsal romano de El Correo. Uno especialmente: me hizo descubrir a Pietro Germi. Para mí, como para muchos, sólo existían el póquer de ases (Rossellini, De Sica, Fellini, Visconti), los peculiares productos de Sergio Leone y algunas películas de Pasolini que, vistas hoy, resultan bastante infumables. Añadamos también el preciosismo de Bertolucci. Pero había más. Mario Monicelli, por ejemplo, que aún vive, y ha filmado maravillosas tragicomedias. Y Germi, de grandiosa humildad.
Pietro Germi (1914-1974) no creó un universo propio, como Fellini, ni fue tan creativo (y calavera) como De Sica. Su trabajo se parecía al de un médico de cabecera: conocía mejor que nadie a su paciente, Italia, y era capaz de hablar con afecto de sus enfermedades y sus vicios. Era puñeteramente aficionado a la realidad. Eso le provocó (a él, que fue antifascista bajo Mussolini y honesto socialdemócrata el resto de su vida) numerosos problemas con el Partido Comunista, juez severo, y con frecuencia estúpido, de la cultura italiana.
Germi, antifascista con Mussolini y socialdemócrata el resto de su vida, tuvo problemas con el PCI
Cada vez que Germi ponía el termómetro en el culo a la clase obrera, como en El ferroviario (1956) o El hombre de paja (1958), la cultura oficial pegaba un brinco. Según Cinema Nuovo, la revista que velaba por la ortodoxia cinematográfica, Germi representaba "un populismo históricamente superado". ¿Por qué? Porque sus obreros no eran héroes soviéticos, sino pobres diablos que aspiraban al coche, la nevera y las vacaciones; tipos cargados de vicios pequeñoburgueses que votaban, por supuesto, al PCI, pero no aspiraban a crear un mundo nuevo. El que existía, en el fondo, no les parecía tan mal: sólo hacía falta un sueldo mejor y un poco más de libertad.
Algunas comedias de Germi son famosísimas. Divorcio a la italiana (1961) y Seducida y abandonada (1964) hurgaron en la hipocresía meridional. En 1966 apareció la tercera pieza de la trilogía, referida a la hipocresía del norte: Señoras y señores. Para mí, una obra maestra. Con más de cuarenta años, esa película, aparentemente ligera, centrada en los líos extraconyugales de un grupo de burgueses provincianos, lo dice casi todo sobre las pulsiones profundas del norte de Italia, eso que la Liga Norte llama Padania.
El norte perteneció al Imperio Austrohúngaro hasta hace poco más de un siglo. Y asimiló la esencia del gran imperio centroeuropeo: la industriosidad, el capitalismo familiar, el gusto por las pequeñas frivolidades y el talento para la doble moral. Recuérdenlo cada vez que escuchen amenazas tronantes por parte de Bossi y otros liguistas. Cuando hablen de subir a los campanarios con escopetas, introducir piaras de cerdos en las mezquitas o disparar sobre los cayucos de inmigrantes, silben un vals. El discurso xenófobo de la Liga Norte resulta profundamente desagradable; a veces se traduce, y se traducirá, en situaciones repulsivas. Pero es sólo un discurso.
La burguesía del norte italiano, como los protagonistas de Señoras y señores, desea una cosa por encima de cualquier otra: que las cosas sigan como están, como han sido siempre. Que el Estado no les reclame los impuestos que adeudan desde la fundación de Italia, pero les ayude a exportar; que los inmigrantes (a poder ser ilegales, más baratos) continúen trabajando en el campo, pero sin dejarse ver demasiado por las calles; que los terroni del sur se mantengan como chivos expiatorios de los pecados nacionales; que la Unión Europea, en fin, no se meta en sus negocios.
Pietro Germi rodó Señoras y señores en Treviso, una riquísima ciudad del Véneto. Quienes se han creído ese bulo sobre el sorpasso español deberían acercarse a Treviso para ver de cerca lo poderosa que es todavía la industria del norte de Italia. Y para escuchar el discurso de la Liga tal como se pronuncia en el acento local, con una melodía a medio camino entre el vals y la samba. Íñigo me llamó desde allí el otro día. Me dijo que el céntrico bar donde Germi hacía cotillear a sus personajes existe todavía, y se llama ahora, evidentemente, Señoras y Señores. Todo está muy asumido. -
Signore e signori, de Pietro Germi. 1966. 115 minutos. Distribuida en DVD por General Vídeo, 2006.
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