Pasear por Las Arenas para rescatar horizontes abiertos

Acostumbrado a la luz y a los paisajes abiertos y llanos de su ciudad natal, a Juan Ignacio Pérez (Salamanca, 1960) Bilbao le pareció "tenebroso, inhóspito y oprimente" cuando, con nueve años, se mudó al barrio de Rekalde. Con el tiempo, y gracias a la reconversión industrial y los cambios climatológicos, la ciudad "hasta se ha limpiado", por lo que el rector de la Universidad del País Vasco (UPV) se declara "enamorado" de un Bilbao menos gris y asfixiante. Sin embargo, cada vez se muestra más consciente de su necesidad permanente de rescatar esos espacios abiertos. La montaña y la costa se convierten para ello en sus mejores aliadas para recuperar ese añorado horizonte. Elige así el barrio getxotarra Las Arenas como uno de sus refugios preferidos.

El rector de la UPV siente nostalgia por los paisajes áridos de su infancia

Le encanta pasear, y ahora que sus dos hijos adolescentes le acompañan menos, su esposa es la principal compañera de escapadas. Seguir la Ría desde Leioa y recorrer las playas de Las Arnas, Ereaga y Aizkorri, pasar por Punta Galea o acercarse hasta Sopelana figuran entre sus recorridos predilectos. Ensalza también Gernika y la ría de Urdaibai, y las tres capitales: de Bilbao se queda con ambas orillas de la Ría en Abandoibarra; de Vitoria le encantan el casco medieval y la Catedral de Santa María, y de San Sebastián, el paseo de La Concha.

Pero, si el paraíso existe, para Pérez se encuentra en Lanzarote, "por sus colores y su luz", o en el norte de Chile. "Mi concepto de paraíso no es del típico vergel. Me gustan los paisajes áridos y agrestes que me recuerdan a mi infancia", explica.

Sus otras pasiones son leer y cocinar. Antes que investigador y rector fue pinche, y la caldereta de pescado con patatas es una de sus especialidades. "Cocino bien en general", afirma sin complejos. No suele tomar vinos, ni copas -si acaso, una cerveza con limón-, ni dedica tiempo a descubrir bares de pinchos. "En Euskadi los hay buenos en cualquier bar, así que me quedo con los de Leioa, donde vivo". Le complacen los restaurantes de comida tradicional, "con recetas de toda la vida y de calidad, como una buena merluza".

La temporada de ópera de la ABAO es uno de sus planes culturales preferidos. "Puede que alguna obra no me guste, pero asistir a un espectáculo de ópera me parece un privilegio". Entre los museos, en el Bellas Artes bilbaíno se siente especialmente a gusto, y lamenta de que "no esté suficientemente valorado por el gran público".

Pérez admite sin problema la imagen de gran seriedad que transmite: "No es una imagen. Soy excesivamente serio en todos los ámbitos de mi vida. Resulto cercano a las personas con las que conecto, pero necesito tiempo para lograr ese plano de comunicación". Sonríe, en cambio, al pensar en sus amigos: "No tengo muchos, pero sí muy buenos. Me pongo en sus manos, y me río muchísimo con ellos".A apenas a un mes de presentarse a la reelección, muestra su "ilusión de seguir", no por continuar con los proyectos ya en marcha, sino "por lo que está por hacer". Si no renovase su cargo, se dedicaría a "leer y volver a estar al día en los temas científicos" que le interesan. Tras años dedicado a la gestión, este biólogo recuerda que la docencia le gusta, pero "demanda mucho esfuerzo". Extraña más su faceta como investigador: "Es lo mejor para alimentar la vanidad. Cuando publicas o te reconocen un estudio sientes una satisfacción que no he experimentado en ninguna otra esfera". Y en esa afirmación incluye su trabajo al frente de la universidad pública.