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Análisis:El arte útil | diseño
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sillas para los ojos

Anatxu Zabalbeascoa

Hay sinsentidos que, por ser legendarios, terminamos por no ver. Las exposiciones de sillas rozan, con frecuencia, ese umbral. A menudo muestran los mismos asientos que los escaparates de las tiendas de muebles. Sólo que, dentro del museo, no los podemos tocar. La intendencia de galerías, que toman prestadas y aseguran las piezas, convierte un roce en un desbarajuste. Y una sucesión de desbarajustes arruinaría el presupuesto de cualquier centro.

Sin ánimo de desearle la ruina a nadie, convendría plantearse si una silla puede juzgarse sin sentarse en ella. Hacerlo equivaldría a juzgar un guiso por su apariencia o un libro por su portada, cosa que también es hoy moneda habitual. No es una novedad decir que vivimos inmersos en una cultura visual que nos está embotando el resto de los sentidos. Pero podría serlo afrontar que estamos permitiendo esa atrofia. Resulta poco cabal dar a conocer un asiento sin poder probarlo.

Estos días, en el Design Museum de Londres podemos ver quién fue Jean Prouvé. Pero ni sueñen con probar las sillas que diseñó. El MOMA de Nueva York muestra el diseño elástico de nuestro tiempo, pero nada de sentarse en él. Todas esas exposiciones que cuelgan sillas o las encierran en vitrinas resultan incompletas: una película sonora con el audio estropeado. Es cierto que muchas de las sillas que han pasado a la historia han tenido más fuerza como icono que como asiento. No es malo hablar con sillas. Gerrit Rietveld, cuyas butacas pueden verse en el Museo de Artes Decorativas de Madrid, empezó por cambiar una silla, la roja & azul, y terminó por revolucionar una casa, la Schroder, atendiendo a la misma inspiración neoplasticista. Si la silla es el mueble que más usamos y con el que más decimos, ¿sería mucho pedir poder probarlas en las galerías y en los museos?

Decía Oscar Wilde que la única disculpa para lo inútil es admirarlo intensamente. Sin duda hay sillas intensamente admirables. En algunas incluso se puede uno sentar.

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