Pasión y compasión

Asumiendo acaso que la poesía -siquiera la de los poetas poetísimos, que decía Celaya- es marco demasiado estrecho para captar la vida en su amplitud, con su veta preciosa y su inevitable ganga, Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) toma de Hegel el título de este libro, La prosa del mundo, premio de Poesía Viaje del Parnaso, de Valdepeñas, y que pone a prueba las costuras entre los géneros literarios. En él coexisten los poemas en prosa (no menos cadenciosos que algunos de sus sonetos) con apuntes narrativos, monólogos interiores, evocaciones de escritores, como la espléndida de Julio Aumente, e incluso algún esbozo ensayístico. Todo ello está ensartado por un personaje cuyos rasgos -"Fue desdichado y frívolo"- abonan su obra desde los comienzos, pese a los cambios de género y a la variedad de sujetos líricos a los que aquí presta su voz: hedonismo esteticista, vitalismo declinante, sinceridad a veces teatral, espanto de la vejez. Si aceptamos que la lírica no es una cuestión del tema sino de ritmo -no por fuerza fonético- y, más aún, de infiltración de la subjetividad en los motivos tratados, bien puede considerarse La prosa del mundo un libro de poesía, aunque no tanto de poemas. Su hibridismo, que no procede de una factura deshilvanada o ecléctica, arranca de la desconfianza en compartimentos y sentidos cerrados. No hay en él esa unidad que hace de sus constituyentes eslabones de una cadena argumental o tonal, pues cada apartado admite, sin merma artística, una lectura autónoma. Pero dispersión no implica circunstancialidad. El libro erige un monumento a la pasión y la compasión, la intensidad existencial y el lujo trágico: una propuesta, en fin, formalmente renovadora que nos remite con fidelidad al Villena que, en el Postfacio, propugna su antiguo modelo moral, rebatido por culturas y religiones: "Contra el valle de lágrimas, el jardín de Epicuro". -