Un gol cómico acaba con un drama
Touré frena el ímpetu del Schalke y le da el pase a un Barça resultadista y superado al principio
Un gol cómico acabó con un partido tan diabólico como dramático. El mal rato que pasó el Barcelona ante el Schalke 04 sólo se compensa porque en semifinales de la Liga de Campeones aguarda el Manchester United. Derrengado como está el equipo, desquiciado como anda el club y depresiva como se muestra la afición, el fin justificaba los medios en el Camp Nou. Pocas veces una eliminatoria había marcado tan nítidamente la frontera entre lo aborrecible y lo excitante, como si todo lo malo pudiera desaparecer con la victoria ante los alemanes y lo bueno estuviera por venir con el enfrentamiento con los ingleses.
El resultadismo se impone en el Barcelona, invicto en un torneo en el que sólo se ha cruzado con rivales menores. Huraña con el presidente y cansada del entrenador, la hinchada aguarda a Messi y se encomienda a Bojan para combatir la caducidad que representa Henry. El francés expresa la falta de autoestima, confianza y seguridad que paraliza al equipo mientras Bojan refleja la vitalidad, la esperanza y el optimismo. La supervivencia es cosa de Touré, que juega infiltrado cada jornada porque se le tiene por imprescindible para resolver el choque más intrascendente. En una noche de tanto martirio y tortura, el gol, obviamente, sólo podía ser marcado por Touré.
BARCELONA 1 - SCHALKE 04 0
Barcelona: Valdés; Zambrotta, Puyol, Thuram, Abidal; Xavi, Touré (Márquez, m. 80), Iniesta; Eto'o, Bojan (Giovani, m. 72) y Henry (Gudjohnsen, m. 91). No utilizados: Pinto, Milito, Edmilson y Sylvinho.
Schalke 04: Neuer; Rafinha (Larsen, m. 76), Bordon, Krstajic, Westermann; Asamoah (Sánchez, m. 68), Jones, Ernst, Kobiashvili (Grossmuller, m.31); Altintop y Kuranyi. No utilizados: Schober, Streit, Pander y Howedes.
Gol: 1-0. M. 43. Touré remata dentro del área un despeje bajo palos de Krstajic.
Árbitro: Roberto Roseti (Italia). Mostró la tarjeta amarilla a Rafinha, Ernst, Westermann, y Puyol, que no podrá jugar el partido de ida de las semifinales.
62.113 espectadores en el Camp Nou.
La hinchada se encomienda a Bojan frente a la caducidad que representa Henry
Tan retrasado salió el Barça que el Schalke remató cuatro veces en cinco minutos
Más que por la calidad del Schalke, el barcelonismo se preguntaba por la capacidad del Barça para complicarse la vida en un partido aparentemente sencillo por el factor campo y el resultado de la ida. No hay ningún estadio donde se perciba mejor el miedo a perder que en el Camp Nou, y ayer había quien temía que su equipo se marcara un gol en propia puerta después de que Laporta metiera la pata ante las peñas y al club le diera un ataque de pánico y de rabia. Así las cosas, el encuentro empezó con un silencio sepulcral y un paso atrás de los azulgrana, que no se liberaron hasta el descanso con un gol del esforzado Touré.
Tan retrasado salió el Barcelona, como si no encontrara el sitio en su propia casa, que el Schalke remató cuatro veces en los cinco primeros minutos. Tiritaban los azulgrana, permeables en la media, condescendientes en defensa, y apretaban los alemanes, muy atrevidos, siempre dispuestos a acabar la jugada, conscientes de que necesitaban dos goles. Flojeaban los laterales barcelonistas, sobre todo Abidal, mientras Thuram flotaba a los puntas sin atacar la pelota. Asamoah, Kurany y Antilop alcanzaban posiciones fáciles de disparo. El Schalke se agrandó de forma tan sorprendente que el gol se mascaba de forma reiterada en la portería del firme Valdés.
El partido se jugó en campo local después de que Bojan y Xavi marraran dos remates francos. El Schalke defendía mal y atacaba bien, circunstancia que comprometía al Barça, incapaz de controlar la contienda, de tener la pelota, de acabar con el canguelo. La luz se ha apagado de golpe en el Barça y la plantilla se ha desenchufado desde el portero al delantero centro. El encuentro parecía tan abierto que se apostaba a favor del equipo que marcara primero, y los barcelonistas no tenían ninguna jerarquía, ni colectiva ni individual. Mejor físicamente, el Schalke se imponía en el cuerpo a cuerpo y en las jugadas divididas, débil y asustado como estaba el Barça, irreconocible, desorganizado y mal puesto. Rijkaard estaba tan superado como Henry mientras los demás llenaban como podían la cancha.
La fortuna rescató entonces al Barcelona en una jugada esperpéntica. Touré abrió para Bojan y el centro del juvenil dio en la pierna de Bordon y en la cabeza de Krstajic, antes de volver a pies del medio centro, que remató tan mal que la pelota entró a cámara lenta ante la pasividad de los zagueros y del portero, sorprendidos por una acción que expresó el confusionismo barcelonista. Aunque medió el descanso, el gol desmontó al Schalke y animó al Barcelona, de manera que el partido recuperó el guión que se le suponía en condiciones normales. Iniesta tuvo más presencia para suerte del perseverante Bojan, aunque Henry no se enterara del asunto y Eto'o estuviera fuera de forma y de foco.
Apenas hubo noticias durante la segunda parte salvo accidentes propiciados por la calma chicha del partido. Puyol tomó una tarjeta por una distracción de Abidal que le impedirá jugar contra el Manchester y Rijkaard se ganó una bronca monumental por sustituir a Bojan, aclamado por resolver los cuartos. Aunque hubo ocasiones, sobre todo en la portería de Neuer, el Schalke no podía tener peor castigo que el gol de Touré por la misma razón que el Barça no se podía sentir más afortunado después de un partido mal jugado. Eliminado el Schalke, los azulgrana aguardan a que el encuentro con el Manchester les devuelva la salud reencarnada en la reaparición de Messi.
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