Diez personas custodian el fuego de los Juegos
La tradición de la antorcha, de gas propano, empezó en 1936
Los Juegos Olímpicos modernos han sido históricamente objeto de boicoteos y escenarios de protestas. Ya en 1908 los atletas irlandeses no acudieron a la edición londinense de los Juegos reclamando la independencia de Irlanda. Otros boicoteos y gestos clamorosos han entrado de pleno derecho en la historia contemporánea. "Ésta, sin embargo, es la primera vez que las protestas se producen durante y contra el recorrido de la antorcha olímpica hacia la sede de los Juegos", dice Anthony Bijkerk, secretario general de la Sociedad Internacional de Historiadores de los JJ OO.
"No es la primera vez que la antorcha se apaga", dice Bijkerk —en conversación telefónica desde Holan-da— en referencia a los desórdenes de ayer en París. "De hecho, lo hizo muchas veces. Yo la llevé en su paso por Ámsterdam en 2004, bajo una fuerte lluvia, ¡y se me apagó dos veces!". En alguna ocasión la antorcha se ha apagado en momentos significativos, —"por ejemplo, en su llegada al Estadio de Atenas, también en 2004", recuerda Bijkerk— pero siempre lo hizo a causa de motivos meteorológicos, nunca por protestas.
Que se apague la antorcha no significa, sin embargo, la extinción de la llama olímpica original, ya que ésta es custodiada también en varias linternas encendidas con la misma fuente, las primeras centellas alumbradas en el templo de Hera en Olimpia con rayos solares reflejados por un espejo. En 1976, un miembro del personal de seguridad reencendió con un mechero la antorcha extinguida: hubo que volver a apagarla, y realumbrarla con las llamas originales.
En su recorrido hacia Pekín —135 ciudades, 20 países, 137.000 kilómetros en 130 días—, las llamas viajan protegidas de manera permanente por un equipo de 10 personas, independientemente de los despliegues policiales ulteriores. La antorcha, alimentada con gas propano, es habitualmente apagada para los transportes en aviones o en otros medios incompatibles con el fuego.
La llama olímpica acompañó los Juegos modernos por primera vez en 1928, en Ámsterdam, y en 1936 se instauró la tradición de llevarla con antorchas de Olimpia a la sede actual, que en esa edición fue Berlín.
"Entiendo que los Juegos representen un escenario ideal para protestas", dice Bijkerk, "pero la llama es un símbolo de paz y mutuo entendimiento. Deberían haberla dejado pasar, y utilizar los propios Juegos para las protestas". Queda por ver qué posibilidades de protesta dejarán abiertas los servicios de seguridad del régimen de Pekín.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.