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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

De Ondarroa a Mondragón

Determinadas cosas hay que hacerlas en caliente. Como desalojar de una alcaldía a quien justifica en la práctica el asesinato de un vecino, que fue además miembro de la corporación, alegando ese quimérico conflicto que periódicamente hay que alimentar con sangre para que no se difumine. El buen consejo general de contar hasta diez antes de actuar está contraindicado en estas ocasiones. Dejar que se enfríe el plato, que las decisiones debidas se alejen de los sucesos que lo motivaron, lleva a que suceda lo que ha ocurrido en Mondragón: que la comodidad, el cálculo y los intereses terminen por ocupar el terreno de los principios.

Los argumentos ofrecidos por Joseba Egibar para intentar justificar la postura inicial del PNV de dejarlo correr ilustran sobre la confusión que domina el discurso del nacionalismo institucional al enfocar el problema de la violencia. Sobre todo, cuando se empeña en oponer lo político a lo ético. Inocencia Galparsoro no cumple los "mínimos éticos" para ocupar la alcaldía, según Egibar, pero políticamente no es conveniente quitarle la máxima representación de un municipio que gobierna en minoría (con 7 de los 21 concejales) porque eso "no conduce a escenarios progresivos de normalización".

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Sin embargo, si hay algún caso en que la ética (lo que debe hacerse) casa estrechamente con la política (lo que puede hacerse), es en éste. No existe disociación posible entre ambas realidades. Hacer lo que exige la dignidad democrática y el sentido común es, además, lo más adecuado políticamente para conseguir no ya que Batasuna rompa con ETA, sino para que se esfuerce en convencerla de que desista de la violencia. Impedir que la izquierda abertzale esté de forma confortable en las instituciones mientras secunda a su vanguardia armada en la amenaza a quienes piensan distinto es un camino incierto; en cambio, se sabe con plena certeza a qué "normalización" conduce la política de contemporización predicada por los nacionalistas.

Egibar reprochó del embrollo al PSOE, por haber dejado colar hace un año parte de las candidaturas de ANV. Y no le falta razón en su crítica a aquella ilegalización parcial con la que el Gobierno intentó que no fuera irreversible el fracaso del proceso de paz. Esa equivocación original no justifica, sin embargo, lavarse las manos cuando el terror interviene y emborrona a tiros el debate.

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Llama la atención, por otra parte, que el PNV, siempre tan dedicado a la mitología propia, no se haya dado cuenta de la fuerza simbólica que el asesinato de Mondragón tiene no solo para los socialistas. El hecho de que su ejecutiva dejara la gestión del asunto en manos de alguien tan caracterizadamente reacio a indisponerse con la izquierda abertzale sugiere un peligroso ensimismamiento. Dedicados a negociar la desunión interna, los dirigentes peneuvistas corren el peligro cierto de cegar la reflexión que anunció Iñigo Urkullu tras el revolcón electoral del 9-M. Sorprende más aún el error del PNV porque su actuación primera contrasta con la que llevó a cabo en el caso de Ondarroa, salvadas las distancias. También en el municipio vizcaíno, aunque sin crimen de por medio, desplazar del poder municipal a la izquierda abertzale ilegalizada planteó una grave desazón a sus cargos electos, hasta el punto de tiraron la toalla. Pero en Ondarroa el partido supo leer las implicaciones de la partida y no dudó en asumir el desafío con la gestora municipal.

Intentar ganar tiempo es perderlo en estas circunstancias. El esfuerzo baldío por disimular las grietas del partido han impedido a Urkullu la rectificación directa que se demandaba. La corrección de rumbo en tres etapas marcada por el presidente del PNV quizá permita salvar la cara a Egibar internamente, pero entraña costes muy superiores. El mayor, volver a poner en cuestión la sinceridad del compromiso de los dirigentes nacionalistas con las víctimas de la violencia de ETA. Pero también el de obligarse a presentar mociones de censura en todos los municipios vascos donde ANV gobierna en minoría, cuando esta respuesta era inexcusable ante todo en Mondragón.

Por lo demás, la respuesta de ANV-Batasuna a los dos primeros requerimientos ya estaba dada y descontada. Por si cupiera alguna duda, sus concejales, con la alcaldesa a la cabeza, la dieron el pasado jueves, en la primera oportunidad presentada.

Habrá, pues, moción de censura en Mondragón. Pero será una moción sin emoción, poco ejemplar, desganada. Y quienes la han retrasado no podrán librarse del eco de la voz rota y airada de Sandra Carrasco aquella noche en que enterraron a su padre. Habrá moción, pero será una moción revenida, como los platos servidos a destiempo.

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